1 febrero, 2018
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A nueve años, seguimos gritando: ¡LUCIANO PRESENTE!

 

En el noveno aniversario de la desaparición forzada de Luciano Arruga, el sábado se realizó una jornada en memoria de nuestro compañero villero torturado y asesinado por la Policía bonaerense el 31 de enero de 2009, y desaparecido durante cinco años. A la Plaza Luciano Arruga, en Lomas del Mirador, asistieron bandas, organizaciones sociales y familiares de víctimas de gatillo fácil que abrazaron la lucha de la familia y la memoria de Luciano.

 


 

Desde muy temprano las asambleas poderosas pusimos en marcha los motores para ir, como cada año, a uno de los encuentros más significativos. En Lomas del Mirador, en la plaza que lleva su nombre, una multitud se acercó para refrescar la memoria y tener a Luciano Arruga siempre presente. Ahí, en la manzana delimitada por las calles Necochea, Perú, Pringles y Quirno Costa, espantamos con una ronda a todos los fantasmas de las bestias que, placa en el pecho y pistola en la mano, nos arrebataron a tantos pibes de nuestras villas.

 

 

Luciano Arruga desapareció el 31 de enero de 2009, cuando tenía 16 años. La Policía Bonaerense lo secuestró, torturó y asesinó por negarse a robar para ellos, no sin antes haber sufrido durante meses el amedrentamiento, las detenciones ilegales y las amenazas por su vida. “Tenés los días contados”, le habían dicho, y finalmente cumplieron con sus palabras, porque a Luciano no lo volvimos a ver hasta que cinco años después apareció enterrado como NN en el Cementerio de Chacarita. “Desde entonces, traté de buscar a Luciano en mis otros hijos –dijo su madre, Mónica Alegre–. A nosotras nos matan a nuestros pibes y ninguna vivimos en Recoleta; somos laburadoras de barrios bajos y, como dicen ellos, somos negritos”.

 

 

En la ronda, sentados uno al lado del otro, los familiares de víctimas de gatillo fácil y desaparecidas en manos de las Fuerzas de Insegirudad, comenzaron a presentarse. Ahí estaban la hermana (Vanesa Orieta), el hermano (Mauro) y la madre de Luciano, Mónica Alegre. También se hicieron presentes Sergio Maldonado, Pablo Nahuel, hermano de Rafael Nahuel, Nicanor Bogado, papá de Cristian Bogado, y Marta Ramallo, madre de Johana Ramallo, entre los más de veinte que se acercaron. “Cuando venía pensaba en Luciano –empezó Sergio Maldonado, hermano de Santiago–, en que hoy tendría 25 años. Con tan solo 16 se plantó en una situación así y dijo “no va más”. Ponerle el cuerpo como le puso a esa causa es doloroso, pero a la vez uno siente un orgullo de ese hermano. ¡Luciano presente!”.

 

 

Al lado de Sergio, otro familiar de una de las víctimas más recientes de gatillo fácil, se hizo un lugar con su palabra. Pablo Nahuel, hermano de Rafael, asesinado por Prefectura el 25 de noviembre en la comunidad mapuche Lafken Winkul Mapu de Villa Mascardi, dijo: “Está bueno conocer a gente que ha pasado por lo mismo y apoyarnos para estar unidos. Acá te sentís más acompañado y con más fuerza para seguir adelante. Todavía extraño los abrazos de mi hermano, juntarme con él y compartir todo, que era lo que hacíamos siempre”.

 

Entre árboles, pasto, carteles, banderas, pancartas, caretas de pibes asesinados y madres tristes, comenzaron a pasar una por una. Mientras los más chicos jugaban felices alrededor, sin saber, sin entender porque estábamos ahí, Marta Ramallo tomó el micrófono: “Mi hija Johana es una desaparecida y yo no quiero que les pase a otras chicas. Tampoco quiero que mi hija esté en la lista de ni una menos; necesito que me la devuelvan como se la llevaron: con vida”.

 

La ronda transcurría y los familiares sonreían y lloraban. Era media tarde y el sol todavía brillaba en el sudor de los nenes que corrían por la plaza. Mónica Alegre tomó la palabra nuevamente para gritarle al Estado que se haga cargo de la desaparición de su hijo y del asesinato de Santiago Maldonado: “El Estado nos pisotea y para hacerles frente hay que ser inteligentes”.

 

Ya no quedaban familiares sin hablar. Sólo una, hasta ese momento, no había alzado la vos. Vanesa Orieta, hermana de Luciano, se mantuvo firme y no lloró, pero en sus ojos se reflejaron todos estos años de lucha: “Nuestros pibes, no son peligrosos: están en peligro. Nosotros no hablamos de violencia institucional, hablamos de represión Estatal. A 9 años de la muerte y desaparición de Lu, la causa continúa impune. Por eso es importante seguir hablando y seguir recordando”, finalizó su charla y la ronda, dando gracias a todos por asistir desde diferentes puntos del país a este gran ejercicio por la memoria en la Plaza Luciano Arruga.