Hurgando residuos en busca de algo que le llenara la panza, Nicolás Díaz encontró alimento para la esperanza, pues los discos de rap que aparecieron entre la basura de la sociedad le dieron el puntapié inicial para cantarle a la pura realidad y gritarle a esa mano dura disfrazada de “seguridad”. A muy temprana edad sufrió una pérdida familiar que lo endureció para luchar, y a los catorce finalmente encontró su lugar: integrante primerizo de ese colectivo barrial de esfuerzos que son los Rimando Entreversos, debía ir a las primeras reuniones en taxi desde su barrio de El Tropezón, para que la policía no lo detuviera por alguna fraguada contravención. Así, con fama de conciliador dentro del grupo musical, Nico creció en su labor de militancia territorial, sosteniendo un centro cultural, creando las oportunidades que le faltaron a sus vecinos, abriendo caminos y torciendo destinos, articulando las distintas realidades que no caben en los escenarios, rimándola entre varios, remándola entre barrios. Desde el pasado miércoles, cuando se dirigía a empezar su perfeccionamiento en una escuela musical, que está detenido en una comisaría provincial, por la policía y su procedimiento habitual, que cuenta con esa maldita vara que se llama portación de cara, que ningún cambio de ley pudo modificar, pues este sistema está diseñado para robarle el futuro a cada habitante de cada barrio popular: a Nico lo detuvieron, tres cuadras antes de que comenzara a estudiar.