7 junio, 2018
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¡Yo quiero saber la verdad!

 

Por Jessica Salazar, hermana de Carlos Salazar, muerto en circunstancias dudosas en la comisaría Nº 21 de General Roca.

 


 

El sábado 26 de mayo cerca de las 23, mi hermano Carlos Salazar y a un amigo salieron a comprar y, de regreso, los paró la policía rionegrina.

 
Se llevaron demorados por una contravención y averiguación de antecedentes. A los dos los encerraron en calabozos enfrentados, y cuando a su amigo se lo llevaron a realizar el registro de sus huellas digitales, pasó lo peor. Carlos apareció muerto.
 
 
A mi hermano lo sacaron sin signos de vida. Quisieron reanimarlo, pero no se pudo. Murió en la comisaría.
 
 
Su amigo, que fue liberado minutos después, vio a Carlos tirado en el piso, y nos avisó. La policía le tomó declaración y se encargó de que se fuera rápido, como si nada hubiera pasado. Como si mi hermano no hubiera muerto.
 
 
Cuando supimos lo que había sucedido, nos desesperamos: no podíamos creer que Carlos, en dos horas de encierro, iba a tomar la terrible decisión de suicidarse. No podíamos creerlo, por que es una mentira. No solamente la policía mintió sino que además llevó adelante un allanamiento ilegal. Esa misma noche, se dirigieron a la casa de Carlos, y sin que hubiera nadie, comenzaron a revisar el hogar y sus cosas. Sólo pararon porque mi hermano César llegó en ese momento y los encontró adentro.
 

El
comisario Daniel Riffo de la comisaría 21 no supo explicarnos cómo había muerto: tartamudeaba, se lo notaba nervioso. Primero nos dijo que se ahorcó sentado con un pañuelo, después dijo que fue con un buzo. Es ilógico que alguien de la contextura de mi hermano, que medía casi un metro ochenta, se ahorque desde una pequeña ventana con rejillas, sentado y con un buzo. 
 
 
Y es increíble que alguien con la pasión por la vida que tenía mi hermano se suicide:  desde los 12 años se la ganaba lavando autos. Era un pibe al que la gorra le gustaba levantar por portacion de rostro, por negro, por pobre.
 
 
Yo no voy a creerles.
 

Yo quiero saber la verdad, que no sea sólo un pibe asesinado por la policía. Tristemente, no es el primer caso, pues en otra comisaría años atrás apareció muerto Matías Molina, que según ellos se había “ahorcado con una camisa”. Y ahora, desde sus medios, comenzaron a decir que mi hermano era un malandra, «un chorro que se mató porque seguro tenía problemas con las drogas»: el mismo mensaje falso que siempre ponen, para que a la sociedad no le importe.

 

Mi hermano era un pibe que solo tenía 25 años, laburante, conocido y querido por todos. No queremos que cierren la causa, ni tampoco que se olviden de lo que sucedió.

 

Por eso es que convocamos a distintas organizaciones sociales que se han comprometido con nosotros en el pedido de justicia por Carlos, a una movilización que llevaremos adelante el día 7 de junio a las 17, en la intersección de Tucumán y Avenida Roca, para exigir la verdad sobre qué pasó.

 

Quiero que se sepa qué sucedió con él, y que la infame comisaría 21 deje de realizar eso por lo que ya es conocida en toda la ciudad: cagar a palos a los pibes pobres.

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