Por Jessica Salazar, hermana de Carlos Salazar, muerto en circunstancias dudosas en la comisaría Nº 21 de General Roca.
El sábado 26 de mayo cerca de las 23, mi hermano Carlos Salazar y a un amigo salieron a comprar y, de regreso, los paró la policía rionegrina.
El comisario Daniel Riffo de la comisaría 21 no supo explicarnos cómo había muerto: tartamudeaba, se lo notaba nervioso. Primero nos dijo que se ahorcó sentado con un pañuelo, después dijo que fue con un buzo. Es ilógico que alguien de la contextura de mi hermano, que medía casi un metro ochenta, se ahorque desde una pequeña ventana con rejillas, sentado y con un buzo.
Yo quiero saber la verdad, que no sea sólo un pibe asesinado por la policía. Tristemente, no es el primer caso, pues en otra comisaría años atrás apareció muerto Matías Molina, que según ellos se había “ahorcado con una camisa”. Y ahora, desde sus medios, comenzaron a decir que mi hermano era un malandra, «un chorro que se mató porque seguro tenía problemas con las drogas»: el mismo mensaje falso que siempre ponen, para que a la sociedad no le importe.
Mi hermano era un pibe que solo tenía 25 años, laburante, conocido y querido por todos. No queremos que cierren la causa, ni tampoco que se olviden de lo que sucedió.
Por eso es que convocamos a distintas organizaciones sociales que se han comprometido con nosotros en el pedido de justicia por Carlos, a una movilización que llevaremos adelante el día 7 de junio a las 17, en la intersección de Tucumán y Avenida Roca, para exigir la verdad sobre qué pasó.
Quiero que se sepa qué sucedió con él, y que la infame comisaría 21 deje de realizar eso por lo que ya es conocida en toda la ciudad: cagar a palos a los pibes pobres.