18 agosto, 2018
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Comunicación, poder y territorio

 

Sobre la tierra históricamente liberada por el Estado y silenciada por el periodismo de mercado, la organización popular empuñó sus propias armas comunicacionales, en legítima defensa, para vencer al silencio que perpetró y perpetuó sistemáticas violaciones a los Derechos Humanos, entre los gritos de la dictadura y la diplomacia de la democracia. Fiel a su compromiso de dar testimonio en tiempos difíciles, Rodolfo Walsh reaparece sobre un staff que reivindica la «Cultura villera», para repensar, reconstruir y reescribir su propia historia, con su propia voz y su propio idioma.

 

Ni balas, ni goma.

 

Los puntos de plomo en la cabeza de Marielle Franco, como los signos de persecución que atraviesan el glúteo de Rafael Nahuel, son símbolos gráficos del diccionario que todas las villas y las comunidades originarias hemos estudiado, ese mismo lenguaje imperial que ha fracasado en intento de domesticarnos con aquel etnocidio, con su peor genocidio y también con este pobricidio que mata un pobre cada 23 horas, a nombre de la Seguridad.

 

A nombre del bien.

 

De la Seguridad para quién, nos vamos a preguntar en otro diálogo de saberes que rompe las fronteras del mapa y la facultad sin facultades, para entender que no se puede enseñar sin aprender, para comunicar el poder y para dejar correr la voz del malón: ninguna, pero ninguna «extensión». Apenas una ocupación pacífica de conocimientos que brotan del piso y se pueden escuchar, porque ya no piden permiso, ¡porque ahora saben gritar! Ninguna conquista de ningún desierto, ningún proceso de ninguna reorganización, ninguna revolución de ninguna alegría.

 

Y ningún «sin voz», en ninguna comisaría.

 

Un seminario prohibido para la prensa amarilla.
Un seminario apto para toda verdad.
Un seminario del barrio, 
¡en la universidad!