* Carta Abierta de Mariana Dopazo, ex hija de Miguel Etchecolatz,
para nuestro hermano Rubén, hijo de Jorge Julio López.
Anoche, intentando dormirme, sabiendo y sintiendo el significado de cada 18 de septiembre, lo único que pensaba y repensaba era cómo habrá sido tu papá con sus hijos. Sabía que mis compañeras y compañeros de La Poderosa me preguntarían qué siento por estas horas, qué me pasa cuando vuelvo a ver la foto del genocida Etchecolatz aprisionando ese “papelito” entre sus dedos, o qué me pasa por el cuerpo cuando no digiero, ni acepto digerir la segunda desaparición de tu papá. Antes de recibir ese llamado de La Garganta, ya había empezado a escribir estas líneas.
Para vos, Rubén.
De los 365 días del año, éste nunca será para mí uno más: no me puedo imaginar en tus pies. Y sinceramente, se me hace muy difícil atravesarlo, porque no se trata sólo de razonar lo que hicieron aquellos genocidas; es muy difícil porque todavía se oyen vetustas teorías de los dos demonios; es muy difícil porque aún hay gente que se niega a reflexionar sensatamente; es muy difícil porque hay un gobierno que nos acerca mucho, demasiado, a esas coordenadas. Y no, en esa dolorosa dificultad, no me sale decir nada que no refiera al dolor de rememorar aquel día interminable de 2006, cuando volvió a faltarnos tu viejo: recuerdo muy bien cómo se me heló la sangre.
Porque sí, desde lo más profundo de mí,
sé de lo que son capaces.
Por eso, Rubén, hoy me sale hablarte desde la emoción. ¡Desde el corazón! Este día, como cada uno, quiero ponerme a disposición como tantas y tantos, para contarles a quienes no saben y a quienes no quieren saber también, cómo funcionó y qué nos dejó esa maquinaria siniestra con engranajes políticos, económicos, militares, civiles, eclesiásticos, llamado Terrorismo de Estado; un in-mundo lugar de crueldad y colonización, al que no queremos, ni debemos, ni podemos regresar. Pues no haría semejante aclaración, si no resonaran ecos que nos obligan a gritar.
Hoy, a vos y a toda tu familia les dejo mi abrazo más triste, más cálido, más fuerte, mientras imagino a tu viejo jugando con ustedes.
Hoy, doce años después, volvemos a preguntarnos dónde está.
Hoy, necesito recordarte que yo estoy acá.
Y de acá no me voy,
Nunca Más.