Brasil arrastró durante siglos una cultura esclavista.
Alegría, pero fascismo, alegría, pero racismo.
La dictadura más larga de América Latina.
No se recuerda su principio, ni su final.
Ningún país latino con tanta población.
Ninguno con menos desaparecidos.
No conmemora grandes batallas.
No rinde culto a sus mártires.
Casi no tiene fechas patrias.
Ni peronismo, ni socialismo.
Sólo lulismo y dignidad.
Un ratito de libertad.
Tuvo universidad.
Y no se lo perdonaron.
Ni racistas, ni fascistas,
ni machistas.
Llegó Dilma.
Y la derrocaron.
Los mismos que la torturaron.
Volvió Lula.
Y lo enjaularon.
Pero las calles no explotaron.
Floreció Marielle.
Y la fusilaron.
No lo explicaron, no lo pagaron.
Total normalidad.
Orden para los chicos.
Progreso para los ricos.
Bolsonaro sabía bien todo eso.
Se masturbó con Lula Preso.
Copó de machos cada atril.
Hizo de la paz, un guión.
Planificó su Fusiladora.
Y soñó su conquista.
¡Pero Brasil parió una Revolución!
Es ahora.
Y es feminista.