25 octubre, 2018
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La poderosa verdad

 
 
 
Ayer, como cientos de personas, vivimos una cacería humana, como no habíamos visto antes, en el marco de ninguna manifestación. En el medio de la 9 de Julio, en hora pico, decenas de motos de policías tirando gases y balas entre micros escolares con los chicos arriba y ante la mirada de muchísima gente que salía de laburar. Debe haber miles de testigos y también están las cámaras de seguridad para mostrarlo. Nosotros estábamos caminando, desconcentrando después de la represión en el Congreso. Primero lo hicimos por Avenida de Mayo y después por la 9 de Julio, rumbo a Constitución. Llegando casi a Carlos Calvo, vimos cómo la Policía empieza a detenerse en cada esquina para bajarse de las motos a reprimir directamente a los palazos y a las piñas a quienes caminaban. 

Empezamos a filmar eso y, en una de las ráfagas de balas de goma, me pegó una en la pierna, al igual que a un fotógrafo de Télam. Nos cruzamos a la vereda de enfrente donde estaban otros compañeros. Ya sobre Lima, pasando Carlos Calvo, otro grupo de motos pasó por el costado, dio media vuelta, avanzó sobre la vereda y empezó a golpear a la gente contra la pared. Entre esas personas estaba mi compañera Laura, que en el intento por correr se cayó al piso. Corrí para ayudarla y cuando la agarro, empezaron a golpear a Francisco, otro compañero. Trato de alejarlos a los dos, intentando mostrarle a la Policía que estábamos retirándonos de forma pacífica. No hubo caso. Me rodearon hasta que sentí un machetazo en la espalda que me tiró al piso y comenzaron a pegarme. Afortunadamente hay un montón de grabaciones e imágenes que muestran cómo nos maltratan y nos tienen en el piso en una esquina.

 
 
 
Fuera del verdugueo de siempre, al que tristemente estamos acostumbrados, nos decían: “No la van a contar”. 

Finalmente, nos metieron en un camioncito, un cubículo, donde también sufrimos golpes. De hecho, cuando subo tengo la cara entera, pero arriba, ni bien entré, me pegaron una trompada que me rompió la nariz, cuando ya no podían registrarlo las cámaras. A medida que pasan las horas, nos vamos enterando de las mentiras que se dijeron durante el día, así como los recortes de lo que pasó en la movilización. Los dirigentes sociales, las organizaciones populares, estamos acostumbrados en este gobierno, y más con la doctrina de Patricia Bullrich, a que nos digan sucios, malos, feos. Y entonces se hace difícil llegarles a quienes están del otro lado consumiendo ese mensaje. 

Para que tengan dimensión de lo que denunciamos, ese camioncito donde estábamos siete detenidos, lo compartíamos con dos que ni siquiera habían estado en la marcha: Lucas Suárez, un pibe de 24 años que había ido a comprar ropa a Flores y vive en La Plata, que volvía en el subte A donde el gas había bajado e hizo que la gente tuviera que salir con lágrimas en los ojos. Salió a la superficie después de avisar que estaba volviendo por su nenita de 3 años, a quien la estaba cuidando su sobrina de 15. Pero mientras caminaba para Constitución, lo agarraron y lo cagaron a palos. Lo tiraron arriba nuestro y lo subieron al camión, sin poderle avisar a nadie de su familia. Estuvo llorando por su nena desde las 4 de la tarde hasta las 9 de la noche, y porque al realizar trabajos de carpintería en los countries de la zona de Hudson, si pasaba a tener antecedentes penales “nunca más me van a dar trabajo”.

Ese fue el escenario y la bestialidad que sufrimos, donde la Policía detuvo por caminar a ¡un turco! ¡un turco de Turquía! Un turco que nació en Estambul y que vino a visitar a un amigo y lo subieron al camión, que no podía ni deletrear su nombre cuando le pidieron los datos porque hay una letra del alfabeto turco que no existe en el nuestro. Entonces, que nos expliquen esas detenciones, ese operativo, esa cacería, en vez de dedicarse a ensuciar a las organizaciones sociales, porque si esa es la estrategia de Bullrich, ya está agotada… Y si les da, es porque saben que cuentan con el poder de fuego que las organizaciones no contamos para desmentir tantas barbaridades.

Ayer, también, buscaron instalar la versión de que había una camioneta nuestra de donde sacaban elementos para generar incidentes. Muchas veces, cuando desde algunos medios masivos lanzan tan livianamente una versión y la reproducen con todo el poder de fuego mediático que tienen, es muy difícil para nosotros llegar a ese mismo público, para pedirles que presenten una mínima prueba de lo que están diciendo. Nos contaron que eso lo habían dicho Nicolás Wiñazki, María Laura Santillán, todos levantando las declaraciones del ministro de Seguridad de la Ciudad, Martín Ocampo. Primero y principal, periodísticamente les cabe una responsabilidad a quienes emiten esa versión, de tener un mínimo fundamento para acusarnos de una barbaridad semejante, porque en ninguna de las imágenes que muestran se ve a un sólo compañero de La Poderosa tirando una sola piedra. 

Hablan de una camioneta cuando entre las pocas pertenencias que tenía me sacaron del bolsillo mi tarjeta SUBE, la que uso para buscar a mi nena en Barracas, para volver a nuestra oficina en el Bauen, para tomarme varios subtes por día. Hay un montón de organizaciones que construyeron legítimamente y a fuerza de lucha un andamiaje y una estructura que les permite tener manera de movilizarse. Yo no tengo una camioneta, ni ninguno de mis compañeros, no sabemos de qué camioneta nos hablan periodistas que de manera absolutamente irresponsable repiten la versión oficial. Entonces, les pido que sigan este tema, que no paren hasta que Ocampo y su secretario de seguridad Marcelo D’ Alessandro expliquen de quién era esa camioneta y en el caso que no sea nuestra, tengan que salir a dar disculpas públicas por difamar. 

D’Alessandro salió ayer a atribuirse la responsabilidad absoluta, diciendo que se había reunido con los dirigentes de las organizaciones sociales para pautar en qué condiciones iba a darse la manifestación. Además de que no se juntó con ninguno de nosotros, sería bueno que si él era el responsable del dispositivo, aclare esta cacería, qué hace la policía tirando balas, gases, palazos por el medio de la 9 de Julio. Y, en relación a lo concreto de nuestra detención, lo exhortamos a que busque la cámara de seguridad del momento en que nos detienen. Queremos ver la cámara del momento en el que me pegan por tratar de levantar a una compañera que estaba caminando. 

A nosotros nos cagó a palos el propio Estado, a 15 cuadras de donde fue la manifestación. Cuando no había un escenario de disturbios, de represión, ni siquiera de excesos en esa represión, había una desconcentración absolutamente pacífica y hubo una cacería de parte de la policía que solamente vi dos veces en mi vida: el día de la reforma previsional y ayer. Sinceramente nosotros pensamos que Bullrich fue quien manejó el dispositivo y la que maneja la Policía de la Ciudad, y quien prefería que termináramos discutiendo en la puerta de la comisaría y no en la puerta del Congreso, donde a nosotros nos interesaba discutir. 

Entrevista completa a Nacho Levy, referente de La Poderosa: https://goo.gl/VzwyUt