* Por Luciano Concheiro,
Garganta mexicana, filósofo y profesor de la UNAM.
Ante todo, debemos tener algo muy claro: las elecciones que mañana se llevarán a cabo en Brasil, sin Lula, no son legítimas. Podrán ser “legales”, sí, pero no son legítimas, porque su encarcelamiento es ilegal. Su condena y ese impeachment a Dilma, sin haber demostrado absolutamente nada concreto en su contra, representan el modelo de judicialización de la política y de politización de la Justicia, como nuevas formas de golpes de Estado. Y por eso, hoy todas nuestras miradas deben dirigirse a Brasil, donde han sido capaces de utilizar la ley para tergiversar la realidad y la democracia. Pues así, han colocado a un candidato con expresiones fascistas y misóginas como Jair Bolsonaro.
Un candidato a presidente que idolatra torturadores.
Más que siempre, debemos entender que América Latina es una sola. Más que nunca, necesitamos estar todos pensando, sintiendo y gritando con una misma garganta, para que nuestro país hermano vuelva a los cauces democráticos. No hay evidencias empíricas para pensar que Bolsonaro pueda ganar en primera vuelta y, según las encuestas, perdería un balotaje hasta con el más débil de los opositores. Pero si esos pronósticos fallaran, no sólo perdería Brasil, ganaría la política del miedo. ¡Nadie puede olvidar los recientes asesinatos a dirigentes populares! No, ni tampoco los ataques y persecuciones permanentes a las organizaciones sociales, pues se conoce y muy bien la bancada que se refugia detrás de su figura: los coroneles, los dueños de la tierra que también se creen dueños de las personas, los que impusieron un sentido de esclavitud de los campesinos.
Ellos.
Ellos tienen una mentalidad que, lamentablemente, Brasil no podrá quitarse de encima tan fácilmente. Pero aún así, hoy está a la vista ese pueblo que viene despertando, con el grito de sus mujeres. Porque sí, a todos nos impresionaron las marchas de las miles y miles que gritaron “Él no”, haciendo temblar al patriarcado a nivel internacional. Ellas, le dijeron en la cara que no aceptarán a un hombre capaz de vociferar barbaridades tales como sus arengas machistas. O el insólito adelanto de su rechazo a una eventual derrota en las urnas. Increíblemente, esas gigantescas movilizaciones fueron utilizadas por la derecha para encumbrar a su candidato.
Frente a la proscripción de Lula, Fernando Haddad y Manuela D’Avila surgen como los máximos competidores de Bolsonaro. Un hombre que supo utilizar a la educación desde su ministerio para luchar contra la desigualdad y una mujer que viene a encarnar la potencia del feminismo transformador. Por eso los atacan. A Manuela, tuve la suerte de conocerla gracias a ustedes, en el Foro Latinoamericano de La Poderosa en Porto Alegre. Y sinceramente, me dejó maravillado. Necesitamos esa frescura, esa juventud y esa unidad de todo el campo popular, esa que la encontró con Boulos disertando en la misma Cumbre de Bases, no sólo para derrotar a Bolsonaro, sino también para volver a soñar. Yo confío. Confío en un pueblo brasilero, que vio salir de la pobreza a 40 millones de personas, de la mano de Lula y Dilma. ¡Sí, 40 millones!
¡Vamos, Brasil!
No sólo está en juego su presente.
Está en juego el futuro de nuestro continente.