Desde el 8 de marzo, cuando las fuerzas de (in)seguridad nos arrebataron a Facu, no hemos parado. Porque hace tiempo dijimos ¡nunca más!
A partir de los primeros partes policiales, brindados al conjunto de la sociedad, desde los principales medios de comunicación de la provincia y del país, que celebraban cómo la Policía de la Provincia había abatido a un delincuente en un enfrentamiento armado, no nos quedó otra alternativa más que desconfiar de esa prensa amarilla que miente, miente y miente, porque quiere ocultar la realidad.
Desde aquel jueves a la noche, cuando su abuela Mercedes, en la puerta de su casa, entre lágrimas, nos contó cómo era Facu, sus sueños, las cosas que le gustaban, y el amor que él le entregaba todos los días a su “pachona”, como solía decirle, no hemos dejado de pensar en nuestros hermanitos, primitos, y amiguitos.
A pesar de que la misma institución que lo mató siguió con los usuales operativos de verdegueo, insultos, amenazas, disparos y torturas, en La Bombilla, su barrio, buscando meterle miedo a su familia para que se quede callada, y a toda la comunidad para que naturalicemos el descontrol de las fuerzas, seguimos organizándonos.
Más allá de que el gobernador Manzur mire para otro lado, al mismo tiempo que pone de juez de instrucción de la causa a Facundo Maggio, abogado defensor de genocidas, seguimos gritando.
Aunque con tantas pruebas en contra de los asesinos de un pibito de 12 años, haya sido rechazado cinco veces el pedido de prisión preventiva por parte de la defensa, seguimos resistiendo.
Por más que Claudio Maley, Ministro de Seguridad de la Provincia, se haya lavado las manos con la sangre de un pibe asesinado por las fuerzas que no puede ni quiere controlar, y culpe a la familia de Facu por su muerte, no dejamos de exigir que diga la verdad.
A pesar de que los tiempos de la Justicia se hacen eternos para los negros y las negras que nos encontramos por debajo de la única grieta que existe, que es la línea de la pobreza, seguimos firmes pidiendo ¡elevación a juicio ya!
Y ahora, sin Facu, y sin tantas otras víctimas de gatillo fácil, cuesta seguir, sostenernos y bancar en la barriada cada vez que hace falta. Pero nos sobran motivos para no bajar la guardia, y seguir organizándonos para dejar de correr atrás de nuestros pibitos muertos.
Mientras su familia y La Bombilla sigan de pie, ahí estaremos. Y mientras el Estado siga proponiendo mano dura y balas para contener la miseria que genera, y no haya quien fiscalice de verdad a quienes deberían garantizar el orden, aquí estaremos plantando bandera y sembrando conciencia: ¡Control Popular a las Fuerzas de Seguridad!