* Por Nelson Santacruz, comunicador de la poderosa asamblea de la villa 21-24.
Hablar o escribir sobre feminismos o cuestiones de género por lo general debería ser, desde el lugar de uno como varón, por lo menos cuidadoso y respetuoso por la carga simbólica que cada concepto conlleva a partir de las vivencias y opresiones que sufren les compañeres. Por eso trato de no desarrollar nada al respecto, prefiero escuchar varias veces lo que elles tienen para enseñarme. Pero este fin de semana fui (mos) al Encuentro Latinoamericano de Varones Antipatriarcales y quería escupir unas líneas sobre mi primera macro experiencia.
ELVA tiene nombre de mujer porque fue parido por las mujeres. Hace 33 años que ellas se arremangaron para empezar a contarse sus historias y para pensarse políticamente como movimiento y corriente de pensamiento que no quedó solo en publicaciones de facebook o simples tesis archivadas: movieron el planeta. Y las, los, les argentines lo vieron en estos últimos meses, ¿no? Entre paréntesis, sí, es muy difícil el lenguaje inclusivo pero que se extienda más el post porque es eso, una rebelión en la granja del lenguaje heteronormativo.
Es importante aclarar que aprendí (mos) que no podemos ser feministas nosotros p’orque no podemos luchar a la par de ellas, las oprimidas, sino atrás. Sí pensar nuestros roles dentro de esa resistencia, qué lugar no ocupamos y cuáles deberíamos; encontrar ese espacio de acompañamiento y eterno aprendizaje.
De nuevo, tres décadas que tratan de interpelarnos y ¡no la veíamos, muchachos! Hace siete años recién, por suerte, que movieron la batuta para que estos encuentros antipatriarcales se lleven adelante y aunque tarde estamos a tiempo, como buenos lerdos. Por otro lado, desde las villas también nos estamos acercando con los espacios de masculinidades. Porque claro, es un punto donde todo piola con seguir combatiendo el capitalismo pero no podíamos seguír enceguesidos por el otro cis-tema de la que se vale y cala hondo en la cuestión de clase. Y desde allí es que tanto me pregunto, con la piel erizada, si existe a la vez diferentes tipos de antipatriarcalismos. Posta, ¿existe?
El sábado fue netamente el debate de masculinidades con compañeros de La Poderosa: Escuchar a mis vecinos, villeros y plurinacionales (porque mi machismo paraguayo es similar al de un boliviano, un argentino o peruano pero no el mismo), hizo que nuevas fichas se me cayeran. Porque trabajar y entender los diferentes tipos de masculinidades dentro de los barrios es un arduo trabajo que todavía laburamos donde el ser migrante está presente, el consumo, la disidencia, la exclusión. Todo cae en nuestras barriadas: una bolsa de capitalismo en uno de los hombros y otra de patriarcado en el otro. Entonces verlos hilar las frases claro que me interpelaron, y éramos una ronda de 50… poquitos pero bocha.
¿Y saben qué? Eso faltó en el Encuentro muchaches, la base. No critico, nos critico. Porque todo genial pero solo me sentí interpelado por mis vecinos a nivel nacional mientras que en lo otro no me representaron. La base falta, las bases faltamos y es una falla nuestra. Campesinos, originarios, villeros; ahí la estamos errando. ¡Claro que no será sencillo! Pero una anteúltima vez: ELVA tiene nombre de mujer porque el feminismo villero, por ejemplo, también lo parió. Entonces, desde hoy no deberíamos esperar tanto para pensar nuestros roles con más seriedad.
Si bien al sistema patriarcal lo atraviesa lo económico, lo más fuerte que lo compone es la cuestión cultural, lo cual tendría que ser mucho menos utópico de derribar que el capitalismo en sí, cuya esencia es la guita. Pero para eso hay que correrse un cacho a la vereda para bancar a las mujeres y cuerpos disidentes (nuevo concepto que me traje) en los lugares protagónicos.
Todo joya con analizar, teorizar, escribir, portar el pañuelito verde, cholulear con todo pero otra cosa que me enseñaron es que toda nuestra (de) construcción no solo se logrará poniendo la lupa desde la razón y la lógica de lo que está bien o lo que está mal mientras por dentro retenemos lo que en realidad somos; seres machistas. Y eso, compas, se libera desde el permitirnos analizar la política y nuestras masculinidades con el sentimiento, aspecto que muy poco salió esta oportunidad de nuestra parte. Como tampoco ningún varón sumergido en la política apareció a escuchar algún taller o mirarle a los ojos a los que están con procesos importantes en este tema. No, nadie, ninguno, no vi. De ningún movimiento social ni gremial. Pero son los que ocupan los espacios de poder y esa es otra deuda que tenemos.
Mucho que decir. Y este lugar no es nada cómodo porque es escribir siendo alguien con un incipiente proceso que se equivoca todo el tiempo pero, sin ánimos de ser portador de la verdad ni nada de eso, no podía dejar pasar aspectos tan relevantes que vi en esta experiencia
Y sí, otra vez: ELVA tiene nombre de mujer.
Porque es una victoria de los feminismos, porque fue empujado por las pibas. Pero no debería ser un orgullo esto, ya que es fundamental que dejen de decirnos que lavemos nuestros platos sucios, que luego nos den la esponja y el detergente; y que encima nos den las instrucciones para hacerlo. Ellas, elles no nacieron con esos saberes: aprendieron en el camino andando, obligadas por una estructura opresora.
Rompamos con eso y hagamos lo imposible para hacer lo mismo que ellas organizándonos o pensando cómo hacer para mejorar nuestras individualidades de manera colectiva y nuestros entornos de militancia.
Listo. No voy a escribir más de estas cosas, voy a tratar de practicarlas.