14 enero, 2019
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Daiana Moyano, víctima de la cultura patriarcal y el Estado

 

Detengámonos en un domingo cualquiera, no, pará, mejor en el 6 de enero. Salís de tu casa, vas al trabajo. Tu laburo es cuidar a una anciana por la zona céntrica de la ciudad, mientras que vos vivís en la periferia. “Ciudad de Mi Esperanza”, uno de esos “barrio-ciudad” creados en la capital de Córdoba para aumentar la exclusión y mantener alejado del centro a quienes después “lo merodean”. Un barrio con pobreza fundado en 2004 y postergado en muchos derechos básicos, y la pobreza crece, y el Estado se te aleja.

  

Parecía un día normal, sí, casi como un domingo cualquiera. 

  

Salís del laburo, te tomas el colectivo de vuelta a tu casa, línea 68 de la empresa Coniferal, te imaginas que llegás, y querés llegar. Entre quienes te esperan en casa se encuentran tu pareja y tus hijas de dos y seis años, a la que justito un día antes habían festejado su cumpleaños. Pasadas las 20hs le pedís a tu vieja que le avise a tu pareja que estás cerca, pero no tanto. Que vaya a buscarte. La ausencia del Estado no te asfalto las calles de entrada al barrio que la lluvia arruinó, no te iluminó ningún descampado donde los yuyos son muy altos y te alejó la parada del bondi que ahora cambió su recorrido habitual y te obliga a bajarte más lejos, sobre la ruta. 

    

El micro frena y te bajás, ahí alejada, a 30 cuadras de donde estaba tu parada.

    

Tu pareja llega, no estás. Te espera y no llegás. No te encuentra. Llama a la policía, sin respuestas. Hay que esperar. ¿Esperar para qué? Salen a buscarte, como locos, como pueden, donde pueden. Tu pareja, tu familia, tus vecinas, todos. Laura, tu mamá, salió de la mano de una vecina a los gritos. Pasadas las tres horas, son ellos quienes te encuentran. Ahí, tirada y en medio del campo, semidesnuda, no hay que esperar pericias forenses para saber que querían poseerte, convertirte en objeto. Que el machismo hace creer a tu victimario que la violencia con la que te quita la vida, las emociones, las sensaciones y el derecho de decidir sobre tu cuerpo, es un orden natural en el que se tiene que regocijar, y no, no lo és. Que sepan lo vamos a tirar.

 

 

Cuando Daiana Moyano tenía 16 años, su madre empezo a formar parte de la organización feminista Las Omas (Organización de Mujeres Argentinas Solidarias), integrada por mujeres de la zona de Chacra de la Merced. Para Alida Weht, presidenta de Las Omas, en este femicidio hay responsabilidad compartida: «El patriarcado nos mata y el Estado lo facilita. Quien la atacó no es su ex pareja, sino un hombre que vive en el barrio y que aprovechó esa noche en que el colectivo cambió su recorrido debido al mal estado de las calles. Si Daiana hubiera podido bajarse en la parada que le correspondía, cerca de su casa, esto no hubiese pasado», aseguró.

 

La despojaron de poder criar a sus hijas, de construir su futuro, de pelear con sus vecinos por los derechos negados que nunca llegaron. Y la condenaron a ser una más en esa escalofriante e interminable lista de femicidios que queremos frenar, porque su muerte pudo haberse evitado y los responsables son dos: el Estado y el patriarcado. Su propia gente, todos los que la conocieron son quienes salen a aclarar versiones cruzadas y convocaron a distintos cortes de ruta durante la semana para visibilizar lo que pasó. Y esto generó que el viernes 11 de enero, a cinco días del horror, una multitud tiñera el centro de la ciudad de violeta para marchar contra la desidia del Estado y poner el grito en alto del pedido de justicia.

 

¡DAIANA MOYANO PRESENTE!

 

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