21 enero, 2019
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«El neoliberalismo necesita a las pibas quietas y calladas»

 

* Por Luciana Peker,
para La Garganta Poderosa.

 

 

Las violencias hacia las mujeres hoy son más visibles que nunca. Y no es casual esta ola de femicidios que no para: parte de la política está combatiendo al feminismo. Primero, se pensó que se trataba de una reacción en contra de la ley por el aborto legal. Sin embargo, quedó en evidencia que repudian las denuncias por violencia de género y abuso sexual, y que la centro-derecha tiene la intención de culpabilizar a las víctimas para frenar una ola que, políticamente, la amenaza. Son sectores sociales que odian a las mujeres, particularmente a las jóvenes.

 

 

En el mismo sentido buscan eliminar lo que llamamos «el feminismo del goce», que manifiesta nuestro derecho a disfrutar. Por eso, las mujeres asesinadas cuando van a bailar ¡son cuestionadas! Ese discurso tiene un sentido bien direccionado: impedir que haya movilidad social, que las chicas no busquen. El neoliberalismo precisa que la sociedad se quede quieta en su lugar y comprenda que, si hace ruido, tendrá consecuencias que pagar, como hoy sucede con los movimientos populares que alzan las voces.

 

 

Hace un tiempo leí un tweet que decía: «Se hacen los mano dura con los pibes de los barrios pero la Justicia es impune a los femicidios». Marcar esa contradicción es importante pues la mano dura es una fantochada que no busca hacer justicia sino acallar al sector movilizado de la sociedad, lo que queda demostrado en que los femicidios tengan este nivel de aval social o legal, como ocurrió en el fallo de Lucía Pérez. Esa sentencia instaló un precedente porque no sólo los responsables fueron absueltos por el crimen, como si se hubiera auto-asesinado, sino que estableció que actitudes como llevarle facturas a una piba implican que no hay ni habrá violencia. Con ese esquema, la idea de la violencia de género se cae. Y se agrava en el concepto de que una chica empoderada, que la sentencia define como «autodeterminada» y «que tiene sexo con quien quiere y no tiene sexo con quien no quiere», no puede ser ni abusada ni asesinada ni víctima de un delito.

 

 

En la práctica y en la calle luchamos contra el machismo, pero aún no le ganamos. Más que nunca, las estrategias de cuidado son valiosas y como feminista y madre entiendo que luchar en contra de que las chicas tengan miedo a salir no implica que no tengamos miedo a salir. Por eso generamos redes, nos preguntamos si llegamos bien, nos acompañamos. Esto demuestra cómo el femicidio no sólo mata, sino que deja también una guillotina en la autonomía de las mujeres, que se torna más intolerable si viven en territorios populares, donde hay más amedrentamientos de la Policía, más silencios cómplices, más espacios de vulnerabilidad. Si no hay derecho ni a la noche ni al territorio, en las zonas más hostiles las pibas tienen todavía menos derecho al movimiento. ¡Esto es gravísimo!

 

 

En los medios, que hoy juegan un rol preponderante, hay un periodismo más sensible pero muy precarizado. De hecho, hay menos periodistas con perspectiva de género trabajando, mientras enfrente existe un movimiento de centro-derecha mucho más organizado. Después de la derrota por el aborto legal en el Senado y a partir de la denuncia de Thelma Fardín, se rearmaron a favor de Juan Darthés y en contra del reclamo por los femicidios. Hay que tomar estas reacciones con la peligrosidad que tienen y exigirle al Estado, con cada vez más fuerza, se haga cargo de implementar las políticas prometidas: botones antipánico que funcionen, policías formadas para ayudar a las víctimas, agresores con tobilleras de monitoreo, patrocinio jurídico gratuito para defender a las mujeres, talleres para varones donde se apele a la transformación y no al linchamiento.

 

 

Aunque estén haciendo todo lo posible por coartar las diversidades sexuales y las libertades de la mujer, no tengan dudas…

 

¡Con nosotras no van a poder!