27 enero, 2019
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«Luciano es inmortal»

 

* Por Vanesa Orieta, hermana de Luciano Arruga.

 

Estos 10 años pasaron demasiado rápido. Fueron tiempos de mucha organización, lucha y de poner, literalmente, toda nuestra energía en visibilizar la causa de Luciano, porque en ella se refleja cada víctima de la Represión Estatal. Si tuviera que elegir una palabra para describir este tiempo transcurrido, sería valentía. La valentía que tuvimos los familiares y amigos para enfrentar un sistema al servicio del abuso de poder, que aniquila a nuestras niñas, niños y adolescentes. La valentía de generar una conciencia social para defender la vida. En el camino nos encontramos con muchas personas que también atravesaron realidades crueles e injustas que te quiebran el alma.

 

Nos interpeló la realidad misma y, con ella, la voluntad de salir adelante, atravesadas por 10 años de total impunidad.

 

La investigación del caso fue un apartado secreto a cargo de la fiscal Celia Cejas Martín y el juez Gustavo Banco. Durante más de un año nos pincharon los teléfonos a mí, a mi vieja y a mi abuela. El poder judicial bonaerense, en lugar de invertir recursos en investigar a la Policía, persiguió a la familia, mientras la desaparición forzada de Luciano era simplemente una averiguación de paradero. Hasta el día de hoy, el Juez criminaliza a Lu y nos acusa de presentar testigos ‘falsos’, que casualmente eran quienes hablaban de mi hermano golpeado y encerrado en el Destacamento de Lomas del Mirador. Y hay otros dos testigos clave: el que lo atropelló, que confesó que Luciano corría desesperado, escapando de algo o alguien; y otro, que observó al patrullero de la Bonaerense sobre la colectora, yéndose con luces bajas sin acercarse a su cuerpo, tras obligarlo a cruzar la General Paz.

 

En 2013 federalizamos la causa y cambiamos la carátula a desaparición forzada de persona. Presentamos un segundo hábeas corpus, porque el primero había sido rechazado a los cinco días de desaparecido. Al no tener abogados lo hicimos nosotras, de puño y letra. Lo llevamos al juzgado de Garantías N°5 de La Matanza y fue negado inmediatamente por Banco. Gritamos en la mesa de entrada del juzgado federal para que todos salieran de sus oficinas y entendieran que no nos daríamos por vencidas. Después de ser desestimado en primera y segunda instancia, se aprobó en la Cámara de Casación Penal. Gracias a ese recurso pudimos encontrar a Luciano el 17 de octubre de 2014, luego de estar enterrado casi seis años como NN en el cementerio de Chacarita.

 

Fue un alivio llorarlo… 
No se imaginan lo desesperante que es buscar a un desaparecido.

 

La perversidad del Estado de entregarnos restos óseos, de reconocer a mi hermano a través de su esqueleto refleja la impunidad judicial. A diferencia de las pericias a un cuerpo hallado a pocos días de su muerte, jamás podremos saber todo lo que sufrió. A Luciano lo reconocimos por una fractura en las costillas, provocada en septiembre de 2008, cuando fue detenido y torturado en el mismo destacamento. Por aquel hostigamiento fue sentenciado a diez años el policía bonaerense Julio Diego Torales, el único preso en la causa. La lucha va a continuar, pero necesitamos condenar a los responsables materiales, políticos y judiciales, que no son cómplices: son responsables directos de lo que pasó con Luciano.

 

Con una mano en el corazón, agradezco a quienes pudieron acompañarnos ayer y en todo este tiempo, porque nos motoriza y alienta a seguir adelante. Marchamos en nuestro barrio y no en otro lado porque debemos visibilizar lo que pasa en los territorios, pues esta convicción nos forma, nos atraviesa el alma, nos quiebra la cabeza y nos toca el espíritu. La niñez y adolescencia están en peligro y hay que defenderla.

 

En cada marcha, en la resistencia de todos los días, en las víctimas de la Represión Estatal y en los familiares y amigos, sigue viviendo mi hermano.

 

Nada ni nadie, nunca, 
podrá apagar la mirada de Luciano.