* Por Catherine Brucher,
compañera de Osvaldo Soriano,
desde Francia, para La Garganta Poderosa.
Me cuesta mucho escribirte y más en un día como hoy, en el que cumplirías 76 años. No es fácil recordar tantos momentos compartidos, lo buena persona que eras ni lo hermoso que me resultaba estar a tu lado.
Te extraño, cada instante.
Eras un hombre muy casero, que pasaba horas en el teléfono charlando con amigos y, de vez en cuando, se encontraba con ellos en algún barcito de Buenos Aires. Vivías de noche; te levantabas a las tres de la tarde y te acostabas a las cinco de la mañana. No te gustaba el amanecer, te angustiaba.
Nos conocimos en Europa, tras exiliarte por la dictadura militar. No hizo falta que me confesaras el amor por los gatos: el primero que tuvimos se llamó “Negro Vení”, siempre fue tu preferido y viajó con nosotros al regresar a la Argentina en 1984. Allí, se fueron sumando Chiruza, Pirulín y Gatín, con quienes volví a Francia luego de tu muerte en 1997.
¿Te acordás cómo extrañabas a tu país? Lo amabas, intensamente. De hecho, cuando volviste a pisar las calles porteñas sentiste una emoción inmensa. En tu tierra tuvimos, en 1989, a nuestro hijo Manuel. Él, te hizo eternamente feliz. Siempre lo cuidabas y cada noche le contabas historias antes de dormir.
No tengo dudas de que, si hoy estuvieras acá, escribirías en La Garganta, seguramente muy preocupado por la situación actual de la Argentina y, sobre todo, por las grandes dificultades que padecen los más humildes.
Feliz cumpleaños, Osvaldo.
Te llevo conmigo, cada día de mi vida.