11 febrero, 2019
,

Tres años sin justicia

 

 

* Por Lucas Cabello,
fusilado por la Policía Metropolitana en 2015.

 

 

Tendría que contarles todo lo que estoy sufriendo con el nerviosismo lógico del comienzo del juicio, porque mañana era la fecha establecida. Sin embargo, nos acaban de avisar que lo posponen al 9 de abril, al prolongarse una audiencia en el Tribunal Oral N°1. Hace más de tres años que salí a comprar un sanguche y el agente de la Metropolitana Ricardo Ayala me disparó tres balazos a quemarropa… ¡Y sigue gozando de la libertad! No les alcanzó con soltarlo a fines de 2015 por actuar en “legítima defensa”, mientras yo pasaba la Navidad con respirador artificial, escuchando los cohetes y llorando junto a mi familia. Parece una cargada, si no fuera algo recurrente: con la causa de Kevin hicieron lo mismo el año pasado, cuando también la suspendieron por “cuestiones de fechas”.

 

 

Ayala no se presentó en ninguna pericia ni declaración. Yo fui a todas pese a mi movilidad reducida. No veo la hora de mirarlo a los ojos y que se diga a sí mismo: “No lo pude matar y encima está acá, pidiendo justicia”. Mi sostén es mi hija Milena, de 5 años, que me motiva a despertar, a ir al gimnasio, a no quedarme encerrado. Quiero que esté orgullosa de su papá por haber sobrevivido y terminado la escuela… Cada vez que pasamos por el Hospital Argerich, me dice: “¿Te acordás, papá, cuando te mató la Policía?”.

 

 

Siento que nací dos veces en el mismo hospital: en 1995, primero, y en noviembre de 2015, cuando llegué al borde de la muerte. Allí, le dijeron a mi vieja que, si con mucha suerte zafaba, quedaría ciego, sordo, mudo y con un tremendo daño cerebral. Aunque agradezco contarla, no me acostumbro a vivir así. Me llena de bronca estar en silla de ruedas y no poder hacer un montón de cosas. Hay días en que estoy bien y otros que quiero mandar todo a la mierda, y me la agarro con mi familia que siempre estuvo.

 

 

Necesito que escuchen mi historia, que la sientan de cerca, que me acompañen para que los jueces tengan claro que no estoy solo. No voy bajar los brazos pese a este nuevo destrato. Y contra todo, voy a llegar con una sonrisa al día de la sentencia, sintiendo que valieron la pena estos tres años de lucha.