7 marzo, 2019
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«Un campamento explosivo, empezando el año a todo fulgor»

 
Cada verano una magia colectiva toma cuerpo de campamento y va contradiciendo las leyes neoliberales del recorte salarial y la nube inflacionaria de los placeres inaccesibles. Nuestras vecinas y vecinos de las poderosas asambleas cordobesas esperan el verano para iniciar las actividades de los espacios poderosos con mucha energía y al calor del disfrute comunitario.
Se va gestando una alquimia que parte el deseo: los chapuzones en el calor, las risas encadenadas de los juegos en las carpas cuando hay que dormir y nadie quiere. Una promesa que siempre arranca del diagnóstico imposible y va creciendo de manera solidaria, granito a granito, desde un “lo intentemos” hasta el “vamos que lo conseguimos”.
Desde las asambleas fueron llegando el viernes primero de marzo los colectivos llenos de vecinas y vecinos de todas las edades a las instalaciones de la Casona del CISPREN en Villa del Lago Carlos Paz. Poco a poco se colocaron las carpas entre las risas y el desconcierto de aquellos que jamás habían armado tiendas anteriormente. 
 
 
Eran tres días, un finde largo que empezaba el viernes como el mes, y prometía momentos inolvidables para distraernos de tanta privación cotidiana. Unos días de respiro donde, como logro de todos, comimos pizzas, panchos y pollo entre otras cosas ricas, conseguidas con solidaridad y compartidas con generosidad.
No había tiempo que perder, las propuestas estaban todas a disposición: una pileta que invitaba a quedarse para siempre en el agua, juegos de básquet y picaditos de fútbol que atrajeron hasta al más pata dura; el novedoso slack line, una cinta bien firme atada entre los árboles donde los más ágiles se animaron a probar su equilibrio; las telas que pendían de los árboles donde se balanceaban cuerpos ensayando piruetas y un rincón para la expresión plástica llenó la tarde de témperas y colores.
La noche del viernes abrió con una varieté de bienvenida a puro rap y malabares de fuego, inauguración memorable para un campamento inolvidable. Luego vino la primera fiesta, con música, luces de boliche y toda la magia del lugar al aire libre. No faltó el tiempo de reuniones en ronda donde los jóvenes de las distintas asambleas socializaron sus inquietudes, sus saberes y se animaron a soñar con los ojos abiertos el “wacherío poderoso” un futuro más justo y prometedor.
 
 
El clima se regaló veraniego: calorcito de día y un poco de fresco a la madrugada muy temprano, para darse vuelta y seguir durmiendo en la carpa a la espera de otra jornada sensacional. El sábado se venía acariciando desde que anunciaron la salida: llegamos caminando hasta el Parque Acuático Acuatiboggan, que recibió a nuestro contingente ansioso de probar sus atracciones. “Mirá, igual que Disney”, un comentario que desnuda la dignidad de que todo humano, viva donde viva, merece disfrutar a pleno de lugares así. A puro grito de euforia descendían por la “alfombra mágica” del gran tobogán sellando una tarde espectacular.
 
Luego de la ducha en el campamento se venía la preparación para la fiesta de cierre. El glitter dio brillo y color a los rostros y cuerpos dispuestos para despedir como se merecía la ocasión de haber compartido esos días juntos. La algarabía no supo de relojes y recién a las dos de la madrugada los trasnochados fueron cayendo a las carpas porque aún quedaba el domingo.
Después del desayuno se iban desarmando los hogares provisorios de los acampantes, y empezaba a colarse un poquito de tristeza entre tanta emoción. Llegó el momento de la ronda, de reconocerse de nuevo todos como uno solo y por segunda vez consecutiva, como en toda familia, hubo canto de feliz cumpleaños y torta para Braian, un compañerito de Los Cortaderos cuyo mayor regalo fue pasarla de campamento.
A las dos de la tarde los colectivos esperaban, la ilusión cada vez más firme del próximo encuentro, soñando tal vez con el mar. De regreso a casa, mateando con termo bajo el brazo, los compañeros disfrutaban del recuerdo más hermoso: una foto general que reflejaba las sonrisas, las ganas y la energía de convertir para siempre la dignidad en rutina y los proyectos colectivos en logros compartidos, en fin, un poco de revolución en este desierto que encuentra en las asambleas el oxígeno que lo liberará.
 

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