* Por Claudia Piñeiro,
escritora argentina,
para La Garganta Poderosa.
Hace unos años escribí sobre el hambre en nuestro país, pero no me lo publicaron porque decían que no era de interés para la gente. ¿Será real que no les gusta saber? Se toca poco este tema y siento que no hay nada más grave que la falta de comida. De hecho, veo cada vez más personas en la calle… Pensar que sólo en Capital Federal hay más de 15 mil personas en esas condiciones es aterrador y urge una solución de fondo.
Rodolfo Walsh planteó alguna vez si valía la pena escribir o si era momento de dejar la escritura y salir a militar. Son otros tiempos pero guardando las distancias a mí me resulta imposible no hablar de ciertas cosas. Es mi responsabilidad cívica al tener la posibilidad y el privilegio de ser un poco más visibilizada y escuchada. En cuanto a la literatura, hoy es muy difícil publicar ya que la industria editorial se viene en picada desde hace tres años. Algunas toman menos textos o posponen ediciones, otras cierran y las demás subsisten. Es preocupante, ya que para impulsar la lectura tiene que haber libros accesibles y es el propio Estado el responsable de acercar ejemplares a las bibliotecas populares. Sin embargo, eso no sucede, o sucede menos que años atrás, lo que provoca una crisis de circulación de la literatura.
Por otro lado, me preocupa el discurso de los políticos u otras figuras reconocidas que circulan información falsa. El caso del aborto fue muy evidente, pero también sucede con la ESI, con las vacunas y otros asuntos sensibles.
Sobre el aborto dijeron que la legalización implicaría hospitales llenos de mujeres abortando cuando la interrupción voluntaria del embarazo propuesta es medicamentosa y sin internación. Una escucha opiniones diversas, pero la mentira y la manipulación no entra en esta categoría.
Desde el Estado debería garantizarse la información como política de salud pública. No podemos naturalizar que, bajo preceptos religiosos, quienes marchan por “la vida” expresen que está bien que una nena de once años sea obligada a parir. Las niñas no deben ser madres. Pensemos en nosotras mismas a esa edad, a los once años yo estaba jugando, no tenía ni la cabeza ni el cuerpo para ser mamá. En el mismo sentido, es una vergüenza que para combatir la violencia machista a la que muchas mujeres se ven expuestas, se destine en materia de políticas públicas solamente $11,36 para cada una.
En este año electoral en el que volveremos a presentar el proyecto de ley por la interrupción voluntaria del embarazo, sé a quién decirle “no”.
NO a quien discrimine en cualquier sentido; NO a quien reivindique la dictadura.
Y NO a quien no esté dispuesto a darle a las mujeres el aborto legal, seguro y gratuito.