7 mayo, 2019
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“Una mujer enamorada de su pueblo”

 

* Por Norita Cortiñas.

 

Evita representa a esa mujer que se volcó hacia los más necesitados, que se brindó por completo a su pueblo y que cien años después sigue aquí, igual de viva, igual de vigente. Su legado está omnipresente y se percibe ahí, se siente, sobre todo en las clases populares, en sus villas, en los barrios más humildes del país que la llevan como bandera porque era ella quien los escuchaba, quien les otorgaba apoyo, quien les daba cariño.

 

 

Cuando se instauró el voto femenino, yo recién había cumplido 17 años. Y no estaba involucrada en la vida política para nada, pero no puedo olvidarme de toda esa algarabía ante semejante transformación, tan gigante, tan relevante para el futuro de nuestra Argentina. Apenas ella motorizó el sufragio, me fui a empadronar y salí tan orgullosa con mi nuevo documento, que todavía no termino de agradecerle. Ella nos ayudó a entender que la lucha surge de acuerdo a las necesidades y a partir de su ejemplo salimos a la luz muchísimas mujeres a participar, a defendernos, a cambiar el mundo. 

 

 

A lo mejor, en ese entonces algunas no tomamos dimensión de su magnitud, pero fue a través del voto que la ola feminista comenzó a crecer notablemente. Se trató de un despertar para las mujeres en la política, un punto clave de nuestra historia que profundizó el reconocimiento y la conquista de nuestros derechos. 

 

 

Y esto ya no vuelve atrás.

 

 

Cada día, el lugar de la mujer se va asentando, como se asienta su lugar en la historia. ¿Y saben qué? Les voy a contar algo: hubo un momento de mi vida en el que sí, me llegué a sentir un poquito celosa de ella. Cuando mi hijo Gustavo fue creciendo e involucrándose con la realidad, quedó cautivado, entusiasmadísimo ante las muestras constantes de cariño genuino que seguía despertando en toda su gente. ¿Cómo taparlo? ¿Cómo negarlo? ¿Cómo apagarlo? Evita tenía eso, irradiaba. 

 

 

Pero por si fuera poco, mi marido había trabajado muy cerca de su Fundación, y también la admiraba profundamente, ¡cómo no estar celosa! Aunque nuestro hijo no llegó a conocerla, estaba empapado de su historia, impregnado de su figura, encandilado por una mujer enamorada de su pueblo… 

 


Entonces, en este día y en cada día, 
cómo no respetarla, 
cómo no recordarla, 
¡cómo no iluminarla!