* Por Carlos Arturo Scrimini, Presidente de la Federación Universitaria de Córdoba al momento del Cordobazo.
A 50 años, pienso que este acontecimiento cambió definitivamente la historia de la Argentina: para mí fue el factor fundamental en el giro a la izquierda de las masas populares en nuestro país.
En aquellos tiempos yo era presidente de la Federación Universitaria de Córdoba. Mis compañeros me habían elegido a través de asambleas clandestinas que se realizaba facultad por facultad, ya que en 1966 la dictadura de Onganía había intervenido las universidades y prohibido los centros de estudiantes. Desde aquel año resistimos casi solos, aunque con el apoyo del sindicato de Correo FOECyT que nos prestó ayuda e infraestructura para nuestras reuniones hasta Octubre del ´66, cuando también lo intervinieron. Ante eso, buscamos resguardo en el sindicato de Luz y Fuerza. Con ellos luchamos hasta el fallecimiento del más revolucionario dirigente sindical que parió nuestro pueblo, Agustín Tosco.
Los motivos más concretos del estallido político y social que significó el Cordobazo fueron las reivindicaciones de los gremios, a los que les habían sacado las “quitas zonales” y el “sábado inglés”, además de haberlos golpeado anteriormente con la baja de salarios. No obstante, la realidad es que, sin esa unidad obrero-estudiantil que se había dado en 1918 con la Reforma Universitaria, el Cordobazo no hubiera sido posible. Esa mancomunión también permitió que muchos compañeros de las clases bajas, que con mucho esfuerzo y sacrificio habían llegado a Córdoba a estudiar en la universidad desde las provincias del norte participaran activamente de los sucesos. Entonces, el sector universitario que protagonizó el Cordobazo estaba compuesto por gente de clase media que había votado a Illía y odiaba al golpe que había derrotado a su honesto presidente, y por compañeros venidos del campo y de clase baja. Además, las clases populares que estaban ligadas a los gremios, acompañaron desde los barrios con mucha presencia. Esas poblaciones y la de todos los barrios más alejados hicieron su actos y fogatas acompañando a los del centro.
Hoy debemos reflexionar en torno a todo aquello. La unidad de amplios sectores sigue siendo necesaria para luchar por transformaciones profundas en este país que aún se encuentra dominado por el poder financiero y el gran capital. Desgraciadamente, la línea del Cordobazo no pudo ser continuada en esa época porque muchos jóvenes e intelectuales creyeron interpretar que ese acontecimiento había sido un llamado a la «guerra popular revolucionaria». Entonces se desencadenó una violencia que terminó con una derrota atroz: el genocidio de 30 mil compañeras y compañeros.
La figura de mi amigo el “Gringo” me sigue iluminando. Yo siempre digo que tengo sólo dos paradigmas políticos, éticos y humanos que son Fidel Castro y Agustín Tosco. Los dos fueron casi perfectos: por su línea política, por su capacidad de tejer alianzas, por su entrega, por lo que lograron y porque nadie, nunca, logró desviarlos del camino. Tosco fue un dirigente superior con un camino marcado, un camino de amplia unidad y del cual nunca se apartó. No se dejó desviar «ni un tantico así» de la justa línea. Lo tentaron para negociar con el poder o claudicar en apuestas electorales, pero él se mantuvo en su senda: la de la unidad de los trabajadores en la lucha para derrotar al enemigo, postergando las diferencias ideológicas, religiosas o partidistas. Incluso cuando tuvo la oportunidad de fugarse de la cárcel de Rawson junto con los compañeros del Ejército Revolucionario del Pueblo él dijo “yo los ayudo a salir, pero me quedo acá hasta que me venga a sacar el pueblo”, decidió ser un dirigente sindical que trascendió al sindicalismo para marcar una forma y una línea política para liberar a nuestro pueblo.
Para vencer a este gobierno neoliberal que tanta miseria ha traído al pueblo, es cada vez más importante la participación de los barrios en las luchas políticas. Urge que se empoderen y se organicen para construir así una sociedad realmente democrática.