4 junio, 2019
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Las vidas trans valen

 

 

*Por Lucas Gargiulo, chico trans golpeado y violado en Tucumán.

 

La noche anterior al primero de mayo salí con una amiga y volví a dormir a su casa. Por la mañana pedí un taxi y me dirigí a lo de mi tia en el Barrio Juan XXIII, donde estaba viviendo, pero en el camino el conductor me dijo que me bajaría en la avenida ya que por miedo no ingresaba al barrio. Bajé tranquilo para caminar las dos cuadras y media que me distanciaban de casa, pero de repente aparecieron tres chabones alcoholizados en moto que se me vinieron encima. Imaginé que me robarían y no me resistí, pero no terminó ahí, porque comenzaron a golpearme diciendo que era puto, pensando que era un chico gay. Por los golpes caí al piso, me bajaron los pantalones, y ví sus caras de asombro al encontrarse con lo que jamás imaginaron. En ese momento les brotó aún más el odio y pasó lo peor: ¡me abusaron sexualmente! Fueron segundos que parecían no terminar más, cualquier persona que pase por lo mismo en algún momento piensa en morir.

 

Aún sin explicarme cómo, logré escapar. Corrí una cuadra y en la esquina me crucé con cinco policías mirando sus celulares que no hicieron nada ante mis gritos de ayuda, y tampoco al pasar por su lado con la cara ensangrentada y los pantalones a medio subir. Llegué a casa, comenté lo que me sucedió y fui a la Comisaría 6ta a realizar la denuncia pero lo único que registraron fue el robo, y para colmo los oficiales que se encontraban allí, sin identificación, me miraban, se reían y hacían gestos burlándose de mí situación. Luego me llevaron al forense, donde tuve que esperar dos horas hasta que me dijeron que vuelva otro día porque el médico no estaba. En la Fiscalía Especializada en Delitos Contra la Integridad Sexual, a cargo de María del Carmen Reuter, quedaron radicadas 3 denuncias, por abuso de autoridad por parte del policía que no quiso tomarme la denuncia de abuso sexual, por el abuso sexual, y por el robo.

 

Anteriormente sufrí otras situaciones de violencia y discriminación, como le sucede al 99% de personas que conozco del colectivo LGTB+, y que en general por miedo quedan ocultas. Pero esta vez fue realmente lo peor. Con toda la bronca contenida, ser juzgado por integrantes de mi familia que dijeron que seguramente yo quería llamar la atención fue lo que terminó de detonar el video a través del cual hice público lo que me sucedió. Sin embargo, al día siguiente de contarlo, me arrepentí. Porque terminé anímicamente agotado, sumado a que a causa del abuso sexual comencé con un tratamiento de fármacos que me bajaron las defensas.

 

Los recuerdos dolorosos perduran, pero gracias al inmenso apoyo que recibí pude salir del pozo depresivo en que estaba, y de a poco se van yendo tanto la tristeza como la angustia. También comprendí que en realidad sí quiero llamar la atención, pero no solo la de mi familia, sino la de toda la sociedad y del Estado, porque esto le puede pasar a cualquiera. Cada vez estoy más seguro que hay que ser quien uno quiere, que hay que despojarse de los miedos interpelando al binarismo de género, pero que mientras tanto también debemos cuidarnos.

 

¡Quiero que se haga justicia y que mi caso sirva para que no vuelva a pasar nunca más!

 

 

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