Centenares de cantorcitas y cantorcitos, que pintan todos los días los espacios de educación popular de La Poderosa, llegamos al Bauen para jugar mientras cantaban algunos cuentitos. Y al son de cada melodía, la organización popular brindó un zarpado recital que se volvió una declaración de libertad para todas y todos los monstruitos de la villa. Pero no hay Santo Remedio para esta Historia Verdadera: con personajitos de verdad, con vulneraciones de verdad, con paisajes de verdad y con las emociones en la garganta, también de verdad, los fueguitos iluminamos esta tarde los pasillos del hotel.
Ahí donde todo se resiste, donde se albergan pequeños grandes momentos, donde las unas y los otros no necesitamos de guita para ser verdaderamente ricos. Alta tarde, con la ternura de Canticuénticos.