* Por Silvia Ayala, delegada de la fábrica Suschen S.A.
Durante 20 años fui operaria en la empresa, además de ser delegada. Le dediqué casi la mitad de mi vida y hoy estoy absolutamente perdida, angustiada, dolida, al igual que otras 100 personas: la compañía acaba de cerrar, dejándonos en la calle, sin previo aviso ni carta de despido ni indemnización. No nos pagaron el aguinaldo ni lo que trabajamos el último mes. ¡Estamos viviendo una pesadilla!
En la planta fabricábamos las históricas mielcitas y el helado Naranjú, así como semillas de girasol tostadas y alfajores, todos productos accesibles para mucha gente. Pero, poco a poco se acumularon los servicios impagos y hace varios meses no se compraba materia prima. Por esto fuimos al Ministerio de Producción y Trabajo, donde tuvimos tres audiencias. En las primeras dos no se hizo nada; y en la última, el Ministerio le pidió a la empresa un informe sobre la situación. Ese día sólo estuvieron el abogado y el contador, y después nos enteramos el porqué: los dueños, Roberto y Maximiliano Duhalde, se habían fugado. Ahí, al revés de lo que necesitábamos, el Gobierno nos soltó la mano: “No podemos hacer nada”, nos dijeron.
Yo vivo con mis hijos y mi mamá, mi familia depende de mí porque soy el sostén económico: si no trabajo, mis hijos no comen. Y mi situación no es la excepción, hay muchas compañeras en la misma. También, hay varios compañeros cerca de jubilarse que ahora no tendrán manera de conseguir otro trabajo. Hace algunas horas empezamos a hacer guardias en la fábrica de Rafael Castillo, La Matanza, para que no se lleven las máquinas. Nuestra decisión colectiva es seguir adelante como sea, comprando la materia prima y pagando los servicios para continuar con la producción.
Ante el vaciamiento del empresariado y la indiferencia del Estado, sólo nos queda un salvataje: trabajo y autogestión.