6 julio, 2019
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Nada que festejar

En el Día Internacional del Cooperativismo hubiéramos querido levantar las copas por la autogestión, pero ante la asfixia económica no hay motivos para brindar. ¿O qué podrían celebrar en el Hotel Bauen, si es latente la amenaza de desalojo tras el veto de Macri a la ley de expropiación del edificio? ¿Y en la curtiembre Cueroflex, con deudas mayores a 6 millones por los tarifazos? ¿Y en la gráfica Madygraf, con una factura de luz de un millón mensual? ¿Y en Zanón, amenazada con cortarles el gas por no poder pagar boletas irrisorias?

 

Mientras no se cumple el subsidio del 50% en servicios de luz, gas y agua para las empresas recuperadas por sus laburantes, condenándolas al inevitable cierre, el Gobierno juega a favor de las empresas privadas: acaba de condonarle una deuda por 35 mil millones de pesos a Edesur y Edenor.

 

Todo muy Cambiemos, 
todo muy alentador.

 

 

«En el 91 entré a trabajar cuando era Industrias ISACO y seis años después me echaron junto a 10 compañeros. Esta fábrica era una de las principales proveedoras de las terminales de autos y estaba activa las 24 horas. En el 2002, tuvo el mismo destino que muchas empresas: la quiebra. Yo estaba en proceso de juicio por mi despido y me sumé a la resistencia… la recuperamos y la convertimos en la Cooperativa 19 de Diciembre. Acampamos frente al edificio una semana, hasta que lo tomamos para que no lo vaciaran por completo. Nos decían que no duraríamos ni tres meses: ¡Y estamos por cumplir 17 años! Pasamos buenos y malos momentos, pero este es el peor. Antes nos quedábamos más de 12 horas para entregar pedidos de 3000 piezas; ahora, hay semanas en las que casi no prendemos las máquinas. Nuestro mayor gasto es la electricidad: la boleta pasó de $7.000 a $30.000 o $70.000 en menos de un año. Por suerte no pagamos gas, sino ya hubiéramos cerrado». 

César González, cooperativista de 19 de Diciembre.

 

 

«En 2016 empezaron a debernos los sueldos y la empresa entró en concurso de acreedores. En medio del proceso desapareció el dueño de la compañía ex Roux – Ocefa, al igual que el síndico que llevaba adelante el concurso. Luego hubo dos administraciones que fallaron hasta que se vendió la empresa a Ariel García Furfaro. Éramos alrededor de 500 trabajadores y trabajadoras entre ambas plantas, pero poco a poco fueron echando gente, hasta que sólo quedaron 10 en el laboratorio de la calle Medina y declararon la quiebra fraudulenta. Cuando las llaves llegaron a nuestras manos entramos al edificio y en abril de este año el juez Sebastián Sánchez Cannavó nos dio la continuidad laboral para activar las plantas de Medina y Piedra Buena. Todavía nos falta la habilitación de la ANMAT para comenzar a producir, pero estamos preparando el lugar para cuando volvamos a abrir las puertas, de manera autogestionada».

Karina Rojas, cooperativista de FARMACOOP.

 

 

“En 2001, inmersos en la crisis social y política del país, iniciamos un plan de lucha para mantener los puestos de 400 trabajadores. Desde la empresa primero ofrecieron ‘retiros voluntarios’, que se convirtieron en despidos masivos. Por eso, en 2002, 78 compañeros tomamos la fábrica. Con el pasar de los meses, quedamos 28 resistiendo y aguantando un año para conseguir la expropiación del inmueble al Gobierno de la Ciudad. Sin ningún tipo de exageración, lo que nos pasa hoy con el Gobierno de Macri es parecido al 2001. Nos están matando y aunque nunca llegamos a fin de mes, todos los cooperativistas estamos sobreviviendo y peleándole al sistema”.

Gustavo Ojeda, cooperativista de Gráfica Patricios.

 

“La quiebra de la Sociedad Anónima fue en el 2002, pero gracias al apoyo del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas continuamos trabajando en una parte de la empresa, ya que la otra sección estaba cerrada. Recién en enero de 2003 abrimos de nuevo las puertas, ya como cooperativa. Fueron más de 40 personas las que habían quedado en la calle: 8 de ellas decidieron mantenerse firmes para continuar trabajando y ahora somos 21 trabajadores y trabajadoras. Nos vemos afectados por las políticas económicas actuales ya que debimos reducir la producción y las ventas, de la misma manera que estamos limitados con la compra de insumos importados a precio dólar”.

Guillermo Zavatellia, Cooperativa Maderera Córdoba Limitada

“Entré a trabajar en diciembre del 2005, yo hago la limpieza de todas las habitaciones. Para mí el hotel significa todo, yo soy de Paraguay y llegué muy jovencita a Argentina, he pasado cosas lindas y tambíen malas, fueron muchos años transitados en el Bauen. Por eso me pone tan triste lo que está pasando, estar con la duda constante de si podremos seguir trabajando. Este gobierno nos juega en contra, vetó la ley de expropiación que habíamos conseguido, nuestra mayor esperanza. En este momento está muy difícil conseguir trabajo, mi marido, por ejemplo, es profesional y le está costando muchísimo encontrar algo. Por eso es tan importante defender a las cooperativas”.

Mariela Cristiana Gómez, cooperativista del Hotel Bauen.

“La empresa nació en 1923 y por la crisis de 2001 una empresa gerenciadora se hizo cargo, hasta que en 2008 la dejó y los dueños se fueron. Éramos 80 de los cuales 60 seguimos trabajando. ¿Cómo? nos inscribimos como cooperativa. Al principio no sabíamos ni lo que era, pero nos informamos y a los ponchazos aprendimos. Yo trabajo acá hace 30 años y hoy veo que la situación es complicada, las ventas bajaron, los servicios aumentaron y estamos trabajando al 30% de lo que deberíamos. Además, con estas políticas entran muchos productos de afuera a menor precio que compiten directamente con los nuestros. Antes, de gas pagábamos 40.000 y ahora pasamos a 90.000. De luz, antes 90.000 y ahora 200.000 pesos”.

Luis Figueroa, cooperativista de Embutidos Torgelón.

«A fines de 2009 se empezó a desmoronar la fábrica, se vendía mucho menos y estuvimos casi cinco meses sin ver un peso. Éramos 24 trabajadores que estábamos en la nada. Nuestra única salida era conformar una cooperativa. Nos quedamos 18 personas en la lucha por la expropiación y a la espera de que el Juez a cargo nos permitiera usar las máquinas y empezar a trabajar. Estuvimos ocho meses sin hacer nada hasta que los antiguos dueños firmaron y cobramos la indemnización. Abrimos como cooperativa el 14 de enero del 2011 y aunque la usina no nos proporcionaba la luz y el Estado el gas, nos las arreglamos para arrancar y ya no paramos”.

Sergio Horacio García, cooperativista Cerámica Blanca.

 

 

“Alé Alé era parte de una cadena de restaurantes de una misma firma. En diciembre del 2012 empezaron a retrasarnos el pago de los sueldos y cada vez faltaban más insumos. Éramos 40 familias que estábamos por quedar en la calle y no sabíamos qué hacer. Entonces, comenzamos a averiguar cómo conformar una cooperativa y el 11 de enero del 2013 tomamos el restaurante. Durante un año resistimos. Tuvimos que dormir en el piso y dentro del edificio porque había una orden de desalojo sin fecha ni horario. La resistencia no mermó: no hace mucho pagábamos $8000 de luz y ahora nos llegan boletas de ¡$130.000! La mercadería aumentó y las ventas cayeron un 40%. Para bancar y atraer más gente ponemos promociones todo el tiempo. Queremos crecer a pesar de las adversidades, incluso, hace dos años abrimos un Alé Alé en Formosa. Nuestro sueño es seguir expandiéndonos de esta manera, sin patrón”.

Andrés Toledo, cooperativista de Alé Alé.