* Por Ariel Sánchez, hermano de María Moreira, wichí de 16 años víctima de femicidio en Chaco.
Su reciente asesinato no tuvo mucha prensa, por mujer, por pobre, por indígena. Pero no se puede tapar tanto horror que antecedió al crimen: mi hermana recibió una amenaza de su ex pareja, Facundo Narciso, el 17 de abril de este año. Le pegaba mucho, la humillaba, se sentaba sobre su cabeza y se sacaba fotos. Y antes de separarse, le juró que la iba a matar. Y ni toda la violencia ejercida fue suficiente para que las instituciones del Estado la pudieran defender. Frente a tanta pasividad, el asesino terminó cumpliendo con su palabra.
Aquella vez ya lo habíamos denunciado y el 2 de agosto volvimos a hacerlo ante la Policía, después de que Narciso le sacara dos dientes y la golpeara en la cara y la espalda… Ni su cara ni sus moretones lograron que los fiscales ni las Fuerzas de Seguridad actuaran en consecuencia. Y el 12 de agosto la vimos por última vez. Una nueva denuncia y otra vez como respuesta el ninguneo y la agresión verbal. Estuvo ocho días desaparecida hasta que el lunes pasado encontraron su cuerpo en el patio trasero del domicilio de su ex, atada y enterrada.
Ahora, recién ahora que la mató, que nos la quitó para siempre, él está imputado y detenido en el Servicio Penitenciario de Castelli. Desde la gobernación sólo reconocen a los pueblos originarios en un papel que duerme en el cajón, sin garantizar nuestros derechos, abandonados sin educación ni salud, sólo atravesados por la estigmatización. Recién ayer pudimos velarla en nuestra comunidad wichí de Miraflores, en medio de atropellos de la Municipalidad, una tumba mal hecha e injurias a mi familia. Seguimos de pie pese a que buscan desgastarnos, organizados y exigiendo que venga un ministro, la Defensoría General, el Procurador, alguien que dé la cara alguna vez. Estamos hartos de sus humillaciones porque claro está, no les alcanzó con despojarnos de nuestras tierras.
Basta de perseguir e invisibilizar a los Pueblos Originarios. Y basta de femicidios.
¡Justicia por María, mi hermanita del alma!