* Por Alejandra Ciriaco, madre de Ismael Ramírez.
Lo extraño mucho. Para mi cada mañana solo es un día más en mi vida. Cada vez que van a ser las cinco de la tarde ya me agarra la desesperación porque debería estar Ismael llegando a casa después del colegio. Siempre, saco dos sillas, preparo la pava con agua caliente, me siento afuera y miro hacia la calle porque él cuando llegaba me decía: «Vieja, vamos a tomar mate». Él me hacía enojar y me hacía reír; extraño escuchar el incesante ruido del martillo porque mi hijo no sé como hacía pero le daba unos mazazos a la bicicleta y la terminaba arreglado. Hoy, estoy llena de una profunda tristeza y mucha bronca. A pesar de que por fuera me vea bien, mi corazón grita, llora. Lo único que me mantiene fuerte es mi hijo Gonzalo… no me puede ver llorando y cuando estoy así se arrima al lado mío y me dice que él también extraña a su hermanito.
Durante todo este tiempo mi familia me acompañó, sino no sé cómo podría seguir. Al principio me sentía muy sola y no entendía el porqué. Ahora ya no es así, fui conociendo a muchas madres que están pasando casi lo mismo que yo y me aferré a ellas. Nadie del gobierno municipal ni provincial se acercó para preguntarme cómo estoy, o si necesito algo. Nada, la verdad. Ni siquiera fueron capaces de salir a expresarse o tratar de desmentir todas las falacias que se decían sobre mi hijo. A mí, aún me sigue doliendo cuando dicen que fue un saqueo; además mi hijo estaba ¡a cinco cuadras de ese mercado!
Tuvimos que cambiar de abogado porque no confiaba mucho en él y la causa no estaba avanzando, sino que poco a poco se estaba cerrando. El que nos acompaña ahora se pone firme, se toma el tiempo necesario para explicarme las cosas y estamos pudiendo avanzar de a poco. Sé que si mi hijo hubiese sido blanquito, no le hubieran tirado. Actualmente la justicia no tiene ningún sospechoso. Mataron a un niño que tenía toda la vida por delante, un niño que tenia sueños. Mi hijo no era un nene malo. Hoy muchas organizaciones sociales marcharon en varios puntos del país en su memoria y no solo por él sino porque no queremos que maten más a nuestros hijos. A veces que algunas madres me dicen: “Déjalo que descanse, ya está, no lo molestes más”. Yo salgo a luchar por él y por muchos chicos más, por esos que capaz van a una plaza y reciben un disparo a pesar de no estar haciendo nada. Y el Estado debería estar para cuidarlos, no para castigarlos o para matarlos.
Hoy salgo a gritar por justicia, porque es lo que más anhelo en este momento. Quiero ver a la cara al asesino de mi hijo, mirarlo a los ojos y preguntarle si tiene corazón. Porque él me arrancó lo más preciado que tenía en mi vida.