*Por Aleida Guevara, hija de Ernesto “Che” Guevara.
A 52 años de la muerte de mi papá, nos duele la realidad de América Latina. Es innegable que en la actualidad estamos viviendo situaciones horribles que nos obligan a reaccionar. Un ejemplo fuerte y claro es lo que sucedió en la Amazonía, una zona que quedó devastada. Allí están las mineras a cielo abierto más grandes del mundo y cada centímetro que crece el fuego, son cientos de árboles ancestrales que dejan de existir. El hombre puede vivir sin hierro, pero no sin oxígeno. Y en Brasil están destruyendo el último pulmón del planeta; porque para ellos sólo es dinero… ¿Y el pueblo qué? ¿La vida qué? Hay que salir a gritar contra todo ese negociado. Y en estos momentos tan duros, es cuando más debemos mirar las enseñanzas que nos dejó mi padre.
Muchos de sus valores me fueron inculcados desde muy chica y aprendí que el ser humano debe tener siempre la mente abierta porque todos los días podemos aprender algo nuevo; incluso al conversar con las niñas y niños. Gracias a él, cuando hablo por ejemplo con indígenas, estoy atenta para recibir sus enseñanzas, me lleno de respeto y admiración hacia los pueblos autóctonos que soportaron más de 500 años de explotación, sin perder su identidad, su cultura, su lengua.
Además, a través de la fundación “Un Mundo Mejor Es Posible” conocí al pueblo de mi papá y, a la vez, sentí que hay posibilidades de trabajar, de construir, de resistir con la gente. Entonces aprendí que, de la misma manera en que hace muchos años hubo mujeres y hombres que pusieron el cuerpo, hoy también existen, solo que debemos tocar un poco más la fibra humana, llevando adelante las prácticas del Che, luchando para construir un mundo mejor. Así como, en su homenaje, hace La Poderosa hace exactamente 15 años.
Aunque haya pasado más de medio siglo de su muerte, sus enseñanzas y su lucha lo mantienen con vida. Gracias a mi madre soy una mujer socialmente útil, fue ella la que me formó, también con los ideales de mi papá.