La diabetes es una enfermedad crónica con la que se puede convivir con un bajo riesgo, si hay un seguimiento y tratamiento médico adecuados. Sin embargo, en los barrios lo vivimos de otra manera. Es más difícil, porque el Estado está ausente y la información no llega fácilmente a las personas que la padecen y a sus familias. En los barrios, debido al contexto de hambre y exclusión, la mayor parte de las vecinas y vecinos recurrimos a comedores y merenderos que, en el mejor de los casos, son reconocidos por el Estado y reciben algo de la mercadería que éste distribuye, pero dicha mercadería no es apta para personas con diabetes que tienen que seguir una estricta dieta. “Ser pobre y tener diabetes es difícil, la diabetes genera muchos gastos porque hay que comprar lo necesario para cumplir la dieta especial, pero a veces el sueldo no te alcanza. Entonces te tenés que arreglar, no podés comer todas las verduras y frutas que el médico quiere”, nos cuenta Yolanda Cáceres, de la poderosa asamblea de Zavaleta.
Delia García, tiene 66 años y es del barrio Fátima, en Villa Soldati: “Siempre tengo que andar rebuscándome con la alimentación, con el costo de los alimentos hoy en día el gasto es exorbitante. Cuando no me queda otra retiro del comedor, aunque no sean comidas convenientes para mi salud». “El acceso a la salud es limitado, si bien trabajamos en conjunto con los CeSAC, la demanda es mucha y el recorte del presupuesto en salud afecta de forma muy fuerte a los barrios. Entonces siempre es la organización colectiva y vecinal la que nos salva”, afirma Mirtha Becerra Suárez, de 51 años, de Villa 20. “Al barrio nunca entró la ambulancia. Cuando tuve mi último pico fui al Hospital Penna y en la guardia me dijeron que tenía que esperar a mi médico, entonces me puse a caminar y tomar agua hasta la 1 de la madrugada, que me bajo la glucemia”, agrega.
Por la situación de infraestructura eléctrica de los barrios, las personas insulino-dependientes pierden su medicamento cuando hay cortes de luz, porque la insulina tiene que estar refrigerada. “Cuando se corta la luz, si se descongela la insulina ya no sirve más. Yo he perdido medicamentos porque se corta muy seguido”, Santos Ruiz, de 54 años, vecino de la villa 21-24. Luego pueden pasar días sin poder conseguirla porque las opciones son: ir a pedir un turno al Centro de Salud y Acción Comunitaria (CeSAC) más cercano, que sumado al retiro de la farmacia puede tardar entre dos y tres días en conseguirla; o comprarla, cuando la plata no alcanza siquiera para garantizar un plato de comida diario y nos vemos en la encrucijada de tener que elegir, si comer o comprar los medicamentos necesarios para poder vivir.
Por eso, en el día mundial de la diabetes seguimos gritando al Estado que no somos ciudadanos de segunda y exigiendo presupuesto real para la Secretaría de Salud nacional.