Ayer 14 de febrero, organizaciones y vecinos de Mar del Plata movilizamos para repudiar la medida judicial que benefició con prisión domiciliaria al genocida Gustavo Demarchi. El mismo fue dirigente de la Concentración Nacional Universitaria (CNU); organización de la derecha peronista que a principios de los años 70 inició sus acciones en la ciudad, y más tarde se convertiría en el brazo armado de la Triple A. Demarchi ocupó el cargo de fiscal federal y en 1983 se presentó como candidato a intendente por el Partido Justicialista.
En el marco de la causa que investigó los crímenes de la CNU, fue juzgado por 6 asesinatos y asociación ilícita, y en 2016 condenado a cadena perpetua. Aunque sus reiterados pedidos de excarcelación fueron desestimados hasta 2017, en diciembre del año pasado la Justicia decidió concederle la prisión domiciliaria por razones de salud. En la memoria colectiva de Mar del Plata la CNU quedó fuertemente ligada al asesinato de Silvia Filler, una joven de 18 años estudiante de arquitectura, que en 1971 recibió un disparo cuando miembros de la banda irrumpieron a los balazos en una asamblea universitaria.
* Por Lila Filler, hermana de Silvia.
Demarchi había pedido la domiciliaria varias veces, sin embargo se la denegaron reiteradamente. Por eso resulta tan llamativo que 4 ó 5 días antes del cambio de gobierno, se la concedan. Más aún cuando es el mismo tribunal que inicialmente lo condenó. Que el jefe de esa banda de asesinos haya cumplido apenas 3 años de condena, es increíble. Y eso sin contar que estuvo prófugo en Colombia desde el 2013, porque se fugó ni bien se enteró que lo iban a detener. Recién fue encarcelado el 4 de diciembre de 2015 en el barrio de Almagro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Silvia estaba en el primer año de la facultad, tenía toda la expectativa de un mundo diferente. En ese momento estaba participando en la revisión de un plan de estudios que pensara la formación del arquitecto en términos sociales, para dar respuesta a las necesidades de la comunidad. En aquel momento no imaginábamos que ese nivel de intolerancia y de violencia fueran posibles en la sociedad en general y en la Universidad. El día que mataron a Silvia entraron al Rectorado de la Universidad armados, con cadenas y gases, a un recinto pequeño lleno de gente y con una sola salida, sin posibilidad de escape. Así fue como murió Silvia, en medio de un reclamo estudiantil.
Este caso fue la antesala de lo que vendría después. Si bien ellos desarticularon la CNU, en 1973 se rearmaron en la Triple A. Los que hoy estamos luchando tenemos la convicción de que los genocidas tienen que estar en la cárcel común. El mismo Servicio Penitenciario declaró que Demarchi podía ser tratado por sus problemas de salud en prisión, por lo cual no habría justificación alguna para la medida de la Justicia, salvo la decisión de beneficiarlo.
En Mar del Plata hay muchos genocidas viviendo en sus casas, pero creo que el caso de Demarchi es lo bastante resonante en la ciudad, como para que la comunidad lo deje pasar. Espero que vuelva a la cárcel, que la voz de los que ayer estuvimos concentrando en las puerta del edificio donde cumple la prisión domiciliaria, suene lo suficientemente fuerte para que Casación escuche y Demarchi vuelva a la cárcel