Ni una gota que rebalsó el paso, ninguna calma después de la tormenta. Cada lluvia se transforma en una catarata de riesgos; las cloacas y los ríos desbordan por la falta de obras. Inundadas de promesas, ahogados de esperar, sacamos la cabeza a la superficie de los medios que se indignan por un charco en el centro, pero que no escuchan nuestros gritos desesperados:
¡El Estado sigue haciendo agua por todos lados!