A sus 20 años, Facundo Rivera Alegre soñaba con vivir de la música y hacer cuarteto junto con su grupo Pura K-ravana. Muchas veces se imaginaba cantando y tocando el teclado al ritmo del «tunga tunga» en los escenarios cordobeses. Transpiraba arte, pero se acabó la armonía aquella noche del 19 de febrero de 2012, cuando “El Rubio del Pasaje” fue al baile en el Estadio del Centro y nunca más volvió.
Lo desaparecieron bajo el manto corrupto de la Policía de Córdoba, con la complicidad del gobierno provincial de turno. Lo invisibilizó brutalmente la justicia. Lo escondieron impunemente los medios de comunicación. Intentaron apagar su melodía, pero no pudieron y no podrán. Hay una plaza que lleva su nombre para que nadie lo olvide, una madre que mueve montañas para seguir buscándolo, una hija que día a día espera volver a verlo y una marea de pibas y pibes que gritamos sin parar, que lo lloramos y extrañamos como un amigo, un hermano, un compañero, un padre. Hoy, más que siempre, lo seguimos buscando. Son ocho años sin justicia. Ocho años de luchar de Norte a Sur, de Este a Oeste, en un coro de gargantas que van de la Quiaca al fin del mundo:
Necesitamos saber la verdad,
¿dónde mierda está Facundo?