21 abril, 2020
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«Compartimos un baño para 13 personas y sí: ahora yo tengo Coronavirus»

 

Bueno, ante todo quiero empezar aclarando por qué prefiero resguardar mi nombre, aun cuando todos los registros oficiales ya cuentan con mis datos, porque me encuentro ahora mismo internada. Lamentablemente, hay una inmensa paranoia en los barrios y también mucha falta de información, que se traduce en miedos o en amenazas como las que vengo recibiendo desde que me diagnosticaron coronavirus. Y sí, lógicamente ahora tengo miedo yo también, por mi salud, por el hostigamiento y por la realidad en la que siguen viviendo mis vecinas y mis vecinos de la Villa 31. Para que se puedan imaginar, yo tengo 43 años y vivo en una pieza de 3 metros cuadrados con mi padre y mi madre diabética, que tienen 85 y 84 años. Pero eso no es todo: en el mismo piso viven otras tres familias, obligadas a compartir un baño para 13 personas… ¿Cómo podríamos entonces cumplir las normas de prevención? Y simplemente «un baño» no, un baño que suele quedarse sin agua, frecuentemente.

 

Sin poder pensar en otra cosa, tengo la sospecha de haberme contagiado en un cajero automático, porque tuve que hacer una cola durante largas horas, una cola peligrosa para mí, porque va mucha gente por día y no se desinfecta permanentemente. Traté de conseguir alcohol más de una vez, pero escasea y cuando conseguimos, vale oro. ¿Quién no quiere cuidarse? Yo me corté dos remeras para usarlas de tapabocas porque no puedo comprar barbijos, necesito esa plata para comer.

 

El último viernes por la noche comencé a sentir los síntomas y, sin esperar demasiado, me acerqué hasta la salita del barrio, donde me derivaron al Hospital Rivadavia; ahí me hicieron el hisopado, me tomaron la fiebre y me mandaron a un cuarto en el segundo piso, donde estuve hasta el sábado a la noche. Ahí supe que mi análisis había dado positivo y me trasladaron hacia el Hospital Vélez Sarsfield. Ahora estoy internada acá, donde me faltan frutas para comer, pero la atención es buena. Y sí, mi condición es un poco más grave por ser asmática, pero ya no tengo fiebre y me siento mejor.

 

Hoy, mi mayor impotencia pasa por no poder ayudar a mi familia, que depende integramente de mí. Si bien estoy desempleada, hago los trabajos que nuestro hogar demanda todos los días. Y desde el viernes no hablo con ellos, porque no tienen celular. Además, como mi madre sufrió un infarto hace poco tiempo, preferí no decirle que me dio positivo, para que no le diera un síncope; eso la mataría más rápido que cualquier virus. Por eso, mediante mi vecina, le hice saber que sí estoy internada, pero sólo por una dificultad respiratoria.

 

¿Por qué hablo? Porque me preocupan profundamente mi papá y mi mamá. Si bien ya se les acercaron alimentos y artículos de higiene desde la asamblea barrial de La Poderosa, a esta hora no recibimos todavía ningún tipo de ayuda del Gobierno de la Ciudad, ninguna, aunque la doctora de la salita me dijo que a mi casa llegaría una contribución de comida desde la Secretaría de Integración Social y Urbana. Pues ahora sé que no ha llegado. Es necesario que, al menos, vayan a hacerles el hisopado a mis padres en su propia casa, para no exponerlos, ¡porque todavía no los testearon! Al menos por una vez, nos tienen que escuchar.