Ahora en la otra punta del barrio, lejos del sector que habita Bajo autopista, donde se habían identificado los dos primeros casos, acaban de confirmarnos el tercer contagio dentro del barrio: una vecina de 37 años, compañera de un laburante en actividad y madre de 4 hijos que participan en nuestros talleres de arte. Internada con fiebre el último jueves, sigue todavía con tos y sin recuperar el sentido del olfato, mientras toda su familia continúa en la 31 y padece síntomas similares. Todos sus hijos y una nuera que también vive con ellos, presentaron en mayor o menor media dolores de cabeza, tos, diarrea y vómitos en los últimos dos o tres días, de modo que hoy acudieron al hospital por su propia cuenta, para ser testeados, por sugerencia de la médica que sigue su caso. Pero ninguno pudo obtener el hisopado, porque no tenían esos síntomas en ese momento, de modo que fueron obligados a volver a la villa por los mismos pasillos, simplemente porque así lo disponen las autoridades de la Ciudad, que todavía no tomaron absolutamente ningún tipo de contacto con la familia, ni con la persona infectada: shhh, que nadie diga nada.
A esta hora, ya es burda y manifiesta la voluntad de invisibilizar los casos en las villas, porque todos los gobiernos han reconocido que «no se puede guardar el aislamiento obligatorio» en algunas viviendas precarias y el #QuedateEnTuBarrio está muy bien, pero se agota cuando el virus ya llegó. ¿Entonces? No hay plan C, el único plan C posible lo venimos demandando a los gritos hace semanas, exigiendo que individualicen urgente a los pacientes de mayor riesgo, «el Grupo A», para poder resguardarlos, ¡pero no tienen dónde! Y lo saben: el propio ministro Quirós nos afirmó su preocupación 10 días atrás, por contar sólo con 300 camas para 1500 eventuales traslados. Y entonces patean la identificación de los adultos mayores, así como postergan la vinculación con los «contactos estrechos», con la complicidad del silencio que canjean por la pauta del poder. Que ahora sí, se puede ver.
Cuando el virus irrumpe contra cualquier espacio de aglomeración y encierro, sus posibilidades de multiplicarse se maximizan. Y el sistema hospitalario que velará por todas y todos, es uno solo, uno solo para todas y todos, ¿entonces? Cuando tardía y vergonzósamente evacuan abuelos de un geriátrico o un hospital por algún caso positivo, a nadie se le ocurre sugerir como respuesta #QuedateEnTuGeriátrico o #QuedateEnTuHospital, ¿verdad? Ahora, si son villeras lo podemos charlar y si son privados de su libertad, ni hablar. De todo esto hablamos, cuando hablamos de contagiar solidaridad. Y por supuesto que no se puede aislar a toda una comunidad, pero justamente por eso exigimos el registro poblacional que permita salvaguardar la vida de seres humanos. O si prefieren, para no sentirse tan humildes servidores, ¡háganlo para salvar sus propios respiradores!
No es berrinche, no es capricho, no es politiquería, ¡reaccionen! Ya no sabemos en qué idioma gritar para que rescaten a los adultos mayores atrapados en la pobreza estrucural, que no pueden aislarse sin una respuesta sanitaria que también debe ser estructural. Y eso no necesariamente implica emular esas evacuaciones televisadas, rodeadas de móviles y ambulancias del SAME, pero sí garantizar al menos el derecho a la vida. Y no seguir jugando a la escondida entre los umbrales de la crueldad, donde la falta de voluntad y la falta sistemática a la verdad ponen contra las cuerdas a vecinas como Ramona, que todavía está esperando su relocalización «urgente», para poder aislarse con sus familiares, uno insulino-dependiente, uno con problemas cardíacos, uno diabético y nuestra querida Guada, en silla de ruedas, que tiene síndrome de West y síndrome de Aicardi. ¿Saben a dónde la pretendían mudar? A un hogar donde la silla de ruedas no podía ingresar. ¿Hasta cuándo vamos a esperar? ¿Hasta dónde, la curva de la paciencia?
Si nos mata una pandemia,
que no sea la indiferencia.