Buscando #JusticiaPorRamona, por todo lo que sucedió y por todo lo que no sucedió, ayer nos reunimos con Alberto Fernández en la quinta presidencial, donde hubiéramos querido poder llegar mucho tiempo antes y donde hoy regresaremos referentes de distintas villas que conforman La Poderosa, para reafirmar las demandas de 114 asambleas que pujan por el derecho a la vida, para materializar las iniciativas obturadas de comunidades enteras invisibilizadas, para presentar un informe preciso de las necesidades urgentes que nos están atravesando y para desobturar todos los canales que inhiben la ejecución de las políticas públicas en los territorios informales. Necesitábamos hacerlo ayer y necesitamos hacerlo hoy, porque Ramona gritó hasta el final. Pero la situación sigue igual.
O peor.
Casi sin datos oficiales en los barrios populares del Conurbano, nos acaban de confirmar 1551 casos positivos en las villas de Capital Federal, que hoy representan casi el 17,6% de los contagios en todo el país, siendo apenas el 0,6% de la población total: 300 mil habitantes, entre 45 millones. Sólo en los últimos 15 días, se duplicó la velocidad de propagación en los sectores más empobrecidos y ahora muchas otras barriadas corren ese mismo peligro, porque las respuestas llegan tarde. O nunca llegan. Y como el problema no está en la densidad, sino en la precariedad que padecemos hace décadas, ahora necesitamos imperiosamente potenciar una estructura capaz de coordinar y contener esta emergencia en carne viva mediante un dispositivo integral, que de ningún modo se puede reducir al hisopado, sin tener previstos los espacios de aislamiento, el acompañamiento, la contención, los alimentos, los productos de higiene, los insumos de salud o el cuidado de quienes nos cuidan, en salitas y merenderos. No por casualidad murieron el último fin de semana dos referentes comunitarios. No por casualidad, los trabajadores de la salud debieron presentar un amparo en CABA, para contar con los insumos mínimos de seguridad sanitaria. No por casualidad publicamos hace dos meses, en Página 12, un informe que se titulaba «Las villas, el otro grupo de riesgo».
Hoy esos gritos, esas ideas, esas acciones concretas, como todas las medidas que faltan y todas las medidas que rigen, pero no llegan, llegarán a Olivos en las gargantas de vecinas y vecinos de las villas, para plantearlas en primera persona frente al Presidente de la Nación, ¿o de verdad alguien creía que debíamos desestimar esa opción? Vamos porque Ramona se murió. Y vamos porque no queremos que se muera nadie más. Vamos porque nunca militamos para la foto. Y vamos porque tenemos un papiro de propuestas que pueden salvar vidas, vidas que no quieren gritar hasta el final, donde las entierra la indiferencia o el silencio que paga la pauta oficial.
Ya no pudieron. Ya no podrán.
Lejos de poner la cara o ensayar algún tipo de autocrítica, sin haber llamado ni siquiera para dar un pésame, el Gobierno de la Ciudad sigue profundizando la desidia y el abandono de las villas que maquilló, mientras funcionarios de rango menor hacen malabares en programas de televisión para que te olvides de Ramona Medina, como si alguien se pudiera olvidar de sus lágrimas, como si fuera una «pobre mujer que hacía caridad», como si no hubiera sido un cuadro político del carajo, como si no hubiera sido una comunicadora con todos los ovarios que le faltan a tantos, como si no hubieran editado sus videos para licuar sus denuncias, como si no estuviéramos esperando las respuestas de los responsables o como si algún día pudieran reaparecer Larreta y Santilli, hablando de cualquier otra cosa: todavía no pronunciaron su nombre, ¡pero Ramona sigue gritando! Y acá somos millones, que los estamos esperando.
Hoy, ahora, en este preciso instante, mientras te cuentan que «la Ciudad amplió la definición de casos sospechosos”, no te cuentan que se siguen entorpeciendo los procesos de identificación del virus entre otras enfermedades, porque no existe una estrategia de vacunación que prevea evitar un posible colapso del sistema. No te cuentan que jamás identificaron, ni registraron a las personas en grupos de riesgo que habitan las villas porteñas, tal como se lo pedimos pública y personalmente a Fernán Quirós, cuando no había ninguno de los 15 fallecidos que presentan las planillas actuales. No te cuentan que las trabajadoras de todos los merenderos concurren a los mismos baños que cientos de personas todos los días. No te cuentan que los comedores están cocinando con leña o con basura, porque la garrafa es impagable. No te cuentan que faltan generadores, para que los incendios de todos los inviernos tampoco disparen la curva de muertos entre los precarios tendidos eléctricos, ahora que la cuarentena magnifica el consumo. No te cuentan que se sigue cortando el agua porque las urbanizaciones del marketing bloquean el ingreso de la prestataria. No te cuentan que faltan Unidades Febriles de Urgencia. No te cuentan que no existe ningún protocolo de prevención específico para espacios alimentarios, ni cuánto tiempo tardan los insumos de higiene y sanidad para la línea de fuego comunitaria. No te cuentan el desastre que vivieron los hisopados en la Villa 21 y Zavaleta, todo el día de ayer…
Ya no sabemos en qué idioma gritar, pero si tenés dudas, venite al barrio y comprobá:
– El DETeCTAr que comenzó esta semana en las villas de Barracas utiliza la Casa de la Cultura como sala de espera, para todos los casos sospechosos que no han sido hisopados.
– Cuando la muestra se toma después de las 13.30, hay que aguardar el resultado hasta el día siguiente. Y entonces esas personas deben aislarse en hoteles u hospitales. Hasta ahí, la normativa. Desde ahí, la realidad en carne viva: este lunes, cuatro familias enteras fueron paseadas por el Argerich, el Muñiz y el Ramos Mejía, durante todo el día, sin tomar ni siquiera un té.
– Un sánguche de queso les dieron, en 24 horas.
– El «coronabus» que traslada casos sospechosos hacia los hospitales, llevó ayer 4 familias al Ramos Mejía, donde las dejaron tiradas en un reducto ínfimo, sin ventilación, ni subdivisiones internas.
– Cuando por fin decidieron acomodarlas, las acomodaron en una sala general con subdivisiones, sí, pero también con otras 2 familias, que compartían mientras tanto el mismo baño. Lógicamente, terminando protestando. Y la respuesta fue la Policía, amedrentando.
– Dos horas después, todas esas familias recibieron sus resultados negativos. Todos menos uno, que compartió durante horas ese mismo baño con todos los demás…
– Bajo semejantes condiciones indignas, obviamente se termina promoviendo el miedo al testeo y al sinceramiento de los síntomas, postergando las detecciones que dicen acelerar, mientras agravan la situación sanitaria cada vez más.
Y entonces sí, no sólo queremos, exigimos las estadísticas actualizadas de todas las barriadas informales en la Provincia de Buenos Aires, justamente para evitar que detone la circulación comunitaria como detonó en las villas de Capital, tomando el desastre de la 31 y la muerte de Ramona como punto de inflexión. Pero a nombre de saltar la grieta o equilibrar el costo político, no se puede minimizar la emergencia que vive la Ciudad, donde nunca jamás nos recibió ningún funcionario de verdad. ¿Ahora entendés por qué gritamos y por qué vamos a Olivos?
Una boludez,
necesitamos seguir vivos.