13 junio, 2020
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Aislamiento Tóxico


 
Ahora mismo, en una de las provincias con mayor producción sojera del país, que en los últimos años multiplicó su producción, donde miles de hectáreas son utilizadas sin descanso para la siembra, con recetas que pueden parecer mágicas para el cultivo, seguimos sufriendo la realidad que nos envenena: las fumigaciones con agrotóxicos. Sí, aunque 107 de estas sustancias químicas tóxicas utilizadas para matar insectos, malezas y todo tipo de hongos, están prohibidas en el mundo según criterios establecidos por la Organización Mundial de la Salud y la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación, ya que sus consecuencias son dañinas para el medio ambiente y la salud de las personas. En Entre Ríos, la padecemos hace tiempo: “Tengo 50 años y convivo con mi madre de 91, mi pareja de 70 y mi hijo de 24; a nuestra casa la fumigan reiteradamente desde 2017 y, aunque parezca increíble, también en 2020. ¡En plena cuarentena nos volvieron a pulverizar!”, cuenta Lidia Moreira, vecina del sexto distrito de Gualeguay.
 
Zulema Scansi vive en la zona rural del Distrito Costa de Nogoyá, dentro del sexto distrito de Gualeguay y cerquita de la escuela N°52 Bernardo de Monteagudo. Se paró en frente de la máquina que fumiga sobre su casa, intentó frenarla y no lo logró; a los pocos días desarrolló un cuadro de alergia que se volvió crónico. Es una práctica ilegal que nos mata poquito a poco, entonces gritamos: “Nos la rebuscamos para seguir adelante, somos gente humilde y ellos son los poderosos; ya ni en la comisaría nos toman las denuncias”, agrega Zulema. La justicia está en cuarentena, los fiscales nos dicen que sólo está la gente que trabaja desde su casa y la policía está en los accesos de la ciudad. Mientras, los sojeros, tienen vía libre.
 
Se nos corta la respiración, se nos cierra el pecho, nos duele la cabeza, nos descomponemos con vómitos y hasta llegamos a tener enfermedades terminales. Continuar con este sistema de producción que libera veneno aumenta la cadena de contagio y habilita el desarrollo de patologías respiratorias graves. Lidia, vecina de Zulema, convive con su pareja de 70 años quien padeció cáncer de colon, su madre de 92 que tiene Parkinson y su hijo. Una maquinaria que trabaja en el lote lindero rocía con pesticidas, que llega hasta su vivienda. Lidia aún tose, tiene dificultades para respirar, mareos y vómitos. Sus problemas de salud comenzaron en 2017, luego de otra fumigación: “Estábamos sentados con mi hijo y mi pareja y nos taparon en polvo, ¡a menos de cinco metros nos tiraron!”, recuerda.
 
“No hay enfermedad sin veneno y no hay veneno sin esa connivencia criminal entre las empresas multinacionales, la industria de la salud, los gobiernos y la Justicia”, decía Fabián Tomasi, que nos supo enseñar el camino para continuar denunciando a ese enemigo que se ha vuelto demasiado fuerte porque “no son simplemente empresarios, son operarios de la muerte”.
 
Las fumigadas y fumigados, somos otro grupo de riesgo.