5 junio, 2020
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"Debemos colocar nuestros ojos en cómo funciona la justicia de género en Argentina"

* Por Rita Segato, antropóloga feminista.

 
Estos días estuve pensando mucho en aquello que estuvo en boca de todos porque la sociedad está viendo y el repudio fue enorme: “Desahogo sexual”. La manera en la que el fiscal de la ciudad de Rawson Fernando Rivarola propone interpretar la violación a una muchacha de 16 años por 6 hombres es más un escándalo de la “Justicia” argentina. Y casi que tiene la característica de una provocación. Sería posible considerar que lo es: quien fija la audiencia lo hace un 3 de junio, la fecha emblemática del #NiUnaMenos; es posible que supiera lo que estaba haciendo.
 
Para el patriarcado, es una derrota en el campo simbólico que nosotras hayamos colocado el discurso en la calle, que hayamos tomado el espacio público encontrándonos políticamente, vinculándonos, afectuosa y festivamente, que hayamos ocupado la calle de otra forma y con otros cuerpos y corporalidades. En ese mismo campo es donde se expresa el fiscal, en aquel donde tuvimos la capacidad de persuadir y hacer pensar a más gente en la sociedad, mujeres de todas las generaciones y clases, y muchos hombres también. Aunque, como sabemos, en el campo de la violencia, de la mala, la abyecta, no hemos tenido una victoria porque nos siguen violando y matando. Pero no lo olvidemos: en el campo discursivo, en el campo político mismo, hemos tenido victorias impresionantes que superaron nuestros más ambiciosos sueños… Entonces, es posible que de esto se trate: de una provocación y una revancha. Es decir, que esto pretenda ser la increíble, ya en estos días, manera de calificar el crimen por el fiscal, como también el apoyo corporativo que recibió del fiscal provincial y hasta, quién sabe, la elección de la fecha.
 
Sin embargo, esa posible intencionalidad no elimina la otra dimensión de su escandalosa, aberrante y hedionda presentación ante el tribunal: su falta de preparación, su absoluto desconocimiento sobre el escenario nacional hoy en nuestro país, que definitivamente ha cambiado y ya no acepta argumentos que invoquen algo tan insustentable como la necesidad del desahogo sexual de los hombres como justificativa de una violación. ¡El fiscal desconoce incluso que las mujeres somos personas! Desconoce la declaración de Viena de 1993 que, aunque tardía, establece que los Derechos Humanos también se refieren a nosotras: plenamente humanas, cuerpos dotados de subjetividad, deseo y arbitrio propios, que no están disponibles como cosas al uso y abuso. Las marchas en la sociedad argentina, inclusive el impacto e influencia mundial que han tenido, ya no admiten argumentos como el del fiscal. La sensibilidad ética, la piel ética de la sociedad argentina ya no tolera la mala lengua de un fiscal como ese. Y es la sensibilidad ética de una sociedad lo que transforma la ley, lo que cambia su Derecho. Es la sociedad la que toca el silbato, y los tribunales cambian, y los legisladores y jueces sacuden la inercia de sus prácticas.
 
Esta situación nos alerta para hacer algo: es necesario generar otras soluciones que garanticen justicia para nosotras; el movimiento feminista a partir de este momento debe crear estrategias para tratar este tema de una forma nacionalmente articulada porque no se puede seguir así. Reuniones donde participen abogadas y no abogadas, un Tribunal de tribunales, alguna forma de juicio para la evaluación permanente con foco exclusivo en este tema que tanto nos avergüenza, avergüenza a la Nación y debería también avergonzar a la propia “Justicia” argentina. Los casos de mala justicia se agolpan en todo el país. Con compañeras de Jujuy y de Entre Ríos ya lo hemos conversado. También surgió en estos días el caso de la actuación lamentable del fiscal de Lomas de Zamora. Debemos colocar nuestros ojos en cómo funciona la Justicia de género en Argentina. Cuando fue el caso de Reina Maraz, mujer boliviana de quien el tribunal no se enteró de que no hablaba español y la encarceló, mal juzgada, durante tres años, propuse algo que al final nunca pudo, todavía, ponerse en práctica, pero podría hacerse: la constitución de un Tribunal Ético Permanente, de la propia sociedad, que se reúna con regularidad, emita sus veredictos en una periodicidad que puede ser anual, y cuente con la voz de los medios masivos para obtener impacto y repercusión entre la gente. Un tribunal que se llamaría Juzgando la Justicia de Género en Argentina. Si alcanzamos a construir una metodología eficiente, podemos también exportar el modelo a otros países de América Latina que también lo necesitan.
 
Porque es muy importante darse cuenta: si señalamos dónde habita y cómo actúa el patriarcado en las entrañas del sistema judicial, estaremos tocando uno de los centros de gravedad de la usina misma que reproduce la desigualdad. Tocar en el lugar preciso desestabilizará el edificio del poder. En el caso de Rawson, por lo menos dos de los acusados son hijos de grandes empresarios de la provincia y el fiscal tiene vínculos con la política de los usurpadores del territorio mapuche. Acá vemos cómo la visión de la dominación masculina está absolutamente vinculada con todas las otras potestades. No conseguimos sacar esa forma de dominación sobre los cuerpos; si lo logramos, echamos por tierra el edificio entero de la dominación. La masculinidad es corporativa como todo poder lo es. Es urgente el análisis y el desmantelamiento de todas las estructuras corporativas, a comenzar por la que instala el “mandato de masculinidad”.