* Por Jorge Astorga, torturado por Infantería y la Policía de Santa Cruz.
Ayer se hizo una marcha totalmente pacífica en Río Gallegos para acompañarme por todo lo que sufrí y que sigo padeciendo desde que un grupo de efectivos me dio una paliza y me denigró por mi orientación sexual. El 1° de mayo volvía de la casa de mi vieja, que queda a cinco cuadras de la mía, y a mitad de camino frenó una Trafic negra de Infantería, de esas que andan sin patente; se bajaron varios oficiales encapuchados para subirme a la camioneta y me llevaron a la Comisaría 6ta. En todo momento estuve esposado y recibí muchos insultos, sobre todo por mi forma de hablar y por cómo me visto. Cuando me bajaron del vehículo me arrastraron de los pelos hasta el fondo de la seccional, donde había una especie de quincho y más policías. En total eran como 10 uniformados, 6 o 7 de Infantería y 3 o 4 policías, que podría reconocer porque tenían la cara descubierta.
Me pegaron entre todos, con música muy fuerte de fondo.
Me golpearon toda la noche y me amenazaron con meterme en una celda ya poblada para que me violaran; me fisuraron las costillas a las piñas y me fracturaron la mandíbula de una patada. Me negué a dar mis datos hasta que me dijeran por qué me habían detenido y les pedí que me dejaran avisar que estaba ahí. “Vos viste muchas películas, no tenés derecho a llamar a nadie”, me respondieron. Después, un infante me tiró al piso de una patada y entre tres me apretaron los pies, la espalda y el cuello hasta dejarme sin aire; así me obligaron a decir mi nombre y a firmar un papel que nunca supe qué era.
Me soltaron a las 9 de la mañana y me fui a mi casa. Me acosté para dormir un poco y cuando me levanté, tenía toda la cara hinchada. No pensaba contarle a mi familia, ya que no quería que me vieran, pero no iban a entender por qué estaba desfigurado. Me insistieron para que vaya al Hospital Regional, donde me dijeron que tenía fracturado el maxilar, eso me puso muy mal. Ahí me decidí a hacer la denuncia: fuimos a la Jefatura de Policía, donde no podían creer lo que me habían hecho y me derivaron ¡a la misma comisaría donde sufrí los abusos!
Anteayer, desde la Casa de Gobierno les iniciaron el sumario a los efectivos implicados en este crimen de odio; no revelaron sus nombres, pero en una rueda de reconocimientos podría distinguir al de Infantería que me fracturó el maxilar y a los policías que no tenían el rostro tapado. Quiero ir hasta el final. Desde el primer momento fueron las organizaciones sociales las que me contuvieron. Jamás me voy a olvidar de aquella noche, porque las marcas las tengo en la cara y en la cabeza. No le deseo a nadie mi experiencia: viví un infierno. Siempre voy a recordar todo lo que me hicieron, voy a seguir luchando para que nadie más sufra algo así. Tenemos que gritar cuando se vulneran nuestros derechos porque estamos exigiendo lo que nos corresponde.
¡No nos callemos nunca!
10 junio, 2020
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“Viví un infierno”
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