10 junio, 2020
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“Viví un infierno”


 
* Por Jorge Astorga, torturado por Infantería y la Policía de Santa Cruz.
 
Ayer se hizo una marcha totalmente pacífica en Río Gallegos para acompañarme por todo lo que sufrí y que sigo padeciendo desde que un grupo de efectivos me dio una paliza y me denigró por mi orientación sexual. El 1° de mayo volvía de la casa de mi vieja, que queda a cinco cuadras de la mía, y a mitad de camino frenó una Trafic negra de Infantería, de esas que andan sin patente; se bajaron varios oficiales encapuchados para subirme a la camioneta y me llevaron a la Comisaría 6ta. En todo momento estuve esposado y recibí muchos insultos, sobre todo por mi forma de hablar y por cómo me visto. Cuando me bajaron del vehículo me arrastraron de los pelos hasta el fondo de la seccional, donde había una especie de quincho y más policías. En total eran como 10 uniformados, 6 o 7 de Infantería y 3 o 4 policías, que podría reconocer porque tenían la cara descubierta.
 
Me pegaron entre todos, con música muy fuerte de fondo.
 
Me golpearon toda la noche y me amenazaron con meterme en una celda ya poblada para que me violaran; me fisuraron las costillas a las piñas y me fracturaron la mandíbula de una patada. Me negué a dar mis datos hasta que me dijeran por qué me habían detenido y les pedí que me dejaran avisar que estaba ahí. “Vos viste muchas películas, no tenés derecho a llamar a nadie”, me respondieron. Después, un infante me tiró al piso de una patada y entre tres me apretaron los pies, la espalda y el cuello hasta dejarme sin aire; así me obligaron a decir mi nombre y a firmar un papel que nunca supe qué era.
 
Me soltaron a las 9 de la mañana y me fui a mi casa. Me acosté para dormir un poco y cuando me levanté, tenía toda la cara hinchada. No pensaba contarle a mi familia, ya que no quería que me vieran, pero no iban a entender por qué estaba desfigurado. Me insistieron para que vaya al Hospital Regional, donde me dijeron que tenía fracturado el maxilar, eso me puso muy mal. Ahí me decidí a hacer la denuncia: fuimos a la Jefatura de Policía, donde no podían creer lo que me habían hecho y me derivaron ¡a la misma comisaría donde sufrí los abusos!
 
Anteayer, desde la Casa de Gobierno les iniciaron el sumario a los efectivos implicados en este crimen de odio; no revelaron sus nombres, pero en una rueda de reconocimientos podría distinguir al de Infantería que me fracturó el maxilar y a los policías que no tenían el rostro tapado. Quiero ir hasta el final. Desde el primer momento fueron las organizaciones sociales las que me contuvieron. Jamás me voy a olvidar de aquella noche, porque las marcas las tengo en la cara y en la cabeza. No le deseo a nadie mi experiencia: viví un infierno. Siempre voy a recordar todo lo que me hicieron, voy a seguir luchando para que nadie más sufra algo así. Tenemos que gritar cuando se vulneran nuestros derechos porque estamos exigiendo lo que nos corresponde.
¡No nos callemos nunca!