6 junio, 2020
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Ya encontramos a Luis, ahora queremos justicia


* Por Juan, hermano de Luis Espinoza, asesinado y desaparecido por la Policía de Tucumán.
 
Ya se va a cumplir un mes desde que se marcó un quiebre en nuestras vidas y en este momento mi familia está muy mal, a pesar de que tratamos de mantenernos fuertes, vivimos con angustia. La policía tucumana nos hizo buscar de forma incesante durante 7 días. El viernes 15 de mayo cuando se lo llevaron, a mí me golpearon mucho la cabeza, tuve la nuca hinchada y perdí la conciencia. Casi dos horas después desperté y no vi a Luis. Salimos a buscarlo y nos empezamos a preocupar. Al principio creíamos que lo habían baleado y que estaba escondido en el monte por el susto, pero al poco tiempo supimos que no estaba ahí: entre los vecinos de Chicligasta, la Florida, Melcho, Alpachiri y muchos barrios cercanos, fuimos 300 personas tratando de hallarlo durante esos días, queriendo conseguir algunos indicios de dónde estaba, aunque sea. Pero seguíamos sin nada.
 
Ya no teníamos muchas esperanzas de que estuviera con vida: los días seguían pasando y cada minuto era peor que el anterior, no avanzábamos nada en la búsqueda. Incluso, hubo personas que se metieron al dique de las Termas para tratar de encontrarlo en el agua. Y nos devastó la noticia cuando la fiscalía dijo que hallaron el cuerpo en el límite con Catamarca. Fue el cierre de una etapa, porque encontramos a Luis, pero ahora queremos justicia. Hace poco que algunos de los nueve efectivos implicados empezaron a contar qué hicieron con mi hermano, los mismos que se cubrían entre ellos para ocultar lo sucedido. La Fiscalía pidió la preventiva para los oficiales implicados y yo salgo para exigir justicia por mi hermano. Sólo tengo un pedido para la fiscal Mónica García de Targa: que vean con atención todos los hechos. No hace falta más testigos, porque es demasiado claro lo que han hecho; asesinaron y desaparecieron a mi hermano.
 
Los policías deben estar para “ayudar a la gente”, para ser un ejemplo, pero aquí demostraron todo lo contrario; en Tucumán están acostumbrados a mantener conductas abusivas, a vivir de la gente pobre, porque vienen a la comunidad para amenazar a los vecinos con llevarlos detenidos o ponerles multas, y la gente por miedo entrega los lechoncitos o los cabritos que tanto cuesta criar.
 
A pesar del inmenso dolor que siento, sigo por mi madre y el resto de mi familia. Aunque no esté, lo seguiremos recordando por la excelente persona que fue. Su ausencia cala muy profundo, los días ya no son lo mismo sin él, sin su calidez. Lo extrañamos inmensamente, porque fue el mejor hermano que cualquiera podría tener. Éramos muy unidos. Su pasión era la familia, las juntadas que hacíamos cada domingo. Siento que la mejor manera de honrarlo es no olvidarnos nunca de él y seguir exigiendo justicia hasta que paguen los culpables.