Acá seguimos, como siempre resistimos, las militantes de la dignidad, las que nos reinventamos desde la solidaridad, las que mantenemos activa la memoria, las constructoras de nuestra historia, las promotoras territoriales de géneros que más de un tercio no cobramos por realizar los acompañamientos en nuestras Casas de las Mujeres y las Disidencias, las que en cuarentena laburamos el doble de tiempo con mayores exigencias, las que criamos colectivamente las infancias para que otra compañera pueda laburar, las trabajadoras comunitarias dentro y fuera del hogar, las que en cuarentena sostenemos 23% más de espacios alimentarios, las que inventamos postas de salud que no salen en los diarios, las que nos organizamos para el ejercicio de nuestros derechos humanos, las que en las crisis siempre nos paramos de manos, las que peleamos para atender la urgencia pero también el orgullo y la potencia, las actrices de políticas públicas inexistentes, las sobrevivientes, las que gritamos por urbanización, las cooperativistas de la libertad y la emancipación, las que somos maestrasdoctoraslavanderaspsicólogascosturerasenfermeras de barrio sin que ningún gobierno nos reconociera como parte del Producto Bruto Interno, las invisibilizadas sin remuneración, las bases apostando a la organización, las mujeres que en nuestros merenderos y comedores representamos el 82% de la mano de obra, las que somos parte del 40% que pone el lomo y ninguna cobra, las que proponemos un nuevo punto de partida para la crianza compartida, las que dejamos la vida por cada compañera, las que lloramos que 5 mil personas hoy no comen porque están en lista de espera, las que alimentamos diariamente a más de 27 mil personas, ¡las mismísimas Ramonas!
Para que dejen de romantizarnos a las de abajo,
luchamos por el reconocimiento económico de nuestro trabajo.