La situación global generada por el Covid-19, agravada en Venezuela por el bloqueo económico norteamericano, ha producido una seria dificultad para la obtención de alimentos; el aislamiento, que restringe los contagios, dificulta la búsqueda de alternativas. Frente a esto,las y los vecinos del barrio Monte Sinaí de la parroquia Antímano de Caracas resisten organizados en un consejo campesino para la siembra. “En este contexto de pandemia, sentimos que estamos aportando un granito ante la situación alimentaria que presenta nuestro país: mientras otros territorios presentan dificultades de abastecimiento, nuestro sector disfruta de buena siembra y garantiza su autoconsumo. Sin intermediarios, minimiza los costos de fletes por traslado y permite respetar las normas de confinamiento», cuenta Daniel Ramón Martínez, fundador del barrio Monte Sinaí.
Con una trayectoria de 23 años, la organización hoy cuenta con 80 productores que siembran distintos rubros y se reúnen en los patios de siembra para debatir de forma colectiva lo organizativo, formativo y productivo de la cosecha. «Este espacio nosotros lo empezamos chiquito, con una maqueta pequeña. Como dijo Chávez, ‘si usted no es contador para hacer un proyecto, haga cualquier cosa que se parezca’; y así empezamos y fuimos creciendo», recuerda Daniel.
Estas tierras son muy fértiles, ya que el clima presenta épocas tanto de frío como de calor, favoreciendo la siembra de todos los rubros. Ahora, en Monte Sinaí, hay sembrados: cebollín, caraotas, cilantro, cambur, tomate, aguacate, auyama, yuca, maíz, onoto, mamón, lechosa y matas medicinales; malojillo, orégano, hierba luisa, moringa, entre otras variedades. José Ramón Olivero lleva 7 años en la parcela y disfruta desde chico este trabajo, ya que sus padres fueron agricultores: “Las matas después que tú la siembras tardan 4 años en desarrollar, lo que es el mango, aguacate, mamón; pero el tomate tarda alrededor de tres meses en crecer, y el cambur y plátano ya al año están produciendo».
La soberanía alimentaria, es un ideal que parece lejano para los asentamientos populares urbanos en tiempos de recesiones económicas a nivel mundial, es una posibilidad más cercana cuando es la misma población sembrando lo que consume. Con ese objetivo, Daniel nos cuenta: “Ahora nos estamos formando y trabajando con menos químicos, tratando de que el tomate sea lo más natural, porque eso daña a la persona. Debemos tener conciencia de los fertilizantes».
De esta siembra se benefician los familiares de los productores de forma directa y toda su comunidad, por medio de ventas en ferias a bajo costo e incluso, si no tienen dinero, se practica el trueque por productos de precios equivalentes. «Aquí nos beneficiamos todos, cuándo la comunidad no tiene agua la gente viene y la toman del manantial», indica José Ramón.
“Este logro es producto de varias mesas de trabajo en articulación con el Estado, en su oportunidad nos dieron el apoyo con la construcción de un tanque, mangueras de riego, semillas, talleres de siembra y nosotros le dimos continuidad en mantener los espacios y nuestras propias semillas.” Daniel, que lleva más de veinte años en este proyecto, entiende que es necesario que el Estado se haga presente y responda a las necesidades de la población, pero a su vez comprende sus limitaciones: “Nosotros sabemos que el bloqueo está y no podemos depender del Estado”.
En este contexto seguimos produciendo desde los barrios, como hemos hecho cada día hasta hoy, autoabasteciéndonos y también haciendo un servicio a nuestra comunidad: «Estamos colaborando con el malojillo para la pandemia, la estamos llevando al hospital, y tenemos en desarrollo de proyecto de malojillo para producir en patios productivos de la misma comunidad». Esto que Daniel Ramón Martínez describe como una actividad más de la población de Monte Sinaí deja en claro una máxima por la que trabajamos, producimos y vivimos: sólo el pueblo salva al pueblo.