Un cuarto de siglo atrás, Cecilia Jaque llegó a los suelos rosarinos que hoy conocemos como Barrio Los Pumitas, nombrado así por el Club Los Pumas que se encuentra al entrar. Hoy predominan los colores cálidos que envuelven a las casillas con tejido, chapas, ladrillos y maderas, pero al principio “era todo campo, una oscuridad terrible”, recuerda ella. Entonces, había un solo caño muy finito, de donde tomaban agua Cecilia y otras 10 personas: eso permitió luchar desde entonces por más derechos.
Los vecinos levantamos los primeros postes de luz, pero esos pesares de falta de energía persisten hasta la fecha, 25 años después. En este invierno, en una semana se llegó a cortar hasta 10 veces la luz. «Uno debe decidir si poner la heladera o la estufa. Si te cagás de frío o no», contó Fátima Barrera, comunicadora de la barriada donde conviven más de 2000 familias.
“Ahora hay más presión de agua porque estamos en invierno, pero en verano no hay nada. Tenemos que juntar durante horas para tener un poco”, dijo Cecilia desde el comedor y merendero La Casita Poderosa. Y añadió: “Con la pandemia vi mucha necesidad: la demanda en nuestros espacios alimentarios se triplicó”.
Pero nada nos detuvo jamás, como tampoco hay que olvidar que acá resiste una gran población QOM desde los inicios, motorizando el crecimiento del barrio. Con la garra que nos identifica, el Frente de Géneros, desde la Casa de las Mujeres y las Disidencias, con Georgina Mansilla y muchas otras compañeras, le ponemos el pecho día a día: “Con las mujeres y disidencias nos empoderamos, contenemos a las compañeras y apostamos al cooperativismo para independizarnos económicamente».
Desde Los Pumitas, con estos pedacitos de relatos de inmensas batallas, la moto poderosa no para de avanzar. Entre las zanjas estancadas, un arroyo contaminado por los focos de basura, las dolorosas inundaciones y el abandono histórico, la foto de hoy es muy similar a la de ayer. Pero en este camino infinio, más temprano que tarde, vamos a vencer.