* Por Matías Martínez, papá de dos adolescentes de 16 y 12 años, torturados por la Policía de Tierra del Fuego.
El último domingo fue un día de terror. A las 6:56 de la mañana me llamaron desde la Comisaría de Géneros y Familia de Ushuaia para decirme que tenían a mis dos hijos detenidos. Mateo tiene 16 años y el más chico 12: los argumentos de los policías fueron que estaban en un vehículo alcoholizados, lo cual no fue así.
Todo sucedió en el Barrio La Cantera, alrededor de las cuatro de la mañana, cuando un patrullero se le cruzó a Mateo y sus amigos; fueron requisados y sólo a Mateo lo subieron a un móvil. Mi mamá y mi hijo menor estaban en casas cercanas al lugar, cuando un vecino les contó la situación, se acercaron al lugar; sin darles ninguna explicación, a ella una mujer policía y un efectivo masculino le doblaron los brazos y la tiraron al piso. Mi madre tiene cáncer de tiroides y tres hernias de disco; es paciente de riesgo, aunque no les importó nada. Mateo se bajó para gritarles que dejaran a su abuela, pero lo agarraron a él, le sacaron el barbijo y empezaron a pegarle puñetazos en la cara, lo tomaron del cuello y lo golpearon en la espalda a rodillazos. ¡Pura saña! Se lo llevaron a él y a su hermano a la comisaría en un furgón que llegó minutos después de las detenciones y a mi madre la trasladaron a la Comisaría 3era, perdiendo contacto con mis hijos.
Ellos estuvieron en manos de los oficiales al menos tres horas, esposados. Cuando llegué a la Comisaría, minutos después de que me avisaran lo sucedido, estaba hablando con el suboficial Miguel Cruz mientras hacía los trámites correspondientes y vi que mi hijo estaba lleno de moretones, chorreando sangre. Fue entonces que exigí que nos llevaran a un hospital de manera urgente, ¡hasta entonces ni siquiera me habían dicho que mi mamá también estaba demorada! En plena desesperación, vi al oficial Ezequiel Maximiliano Espinosa doblándole la mano a Mateo, agarrándolo del cuello y pegándole trompadas en el rostro otra vez. El más chico le gritó al policía que estaba golpeando al hermano y delante de toda la comisaría, aun de su propio jefe, le dio una patada a un niño de 12 años que mide un metro veinte, y otro policía lo agarró del cuello. Todo en una comisaría que se supone que es «de Géneros y Familia”. Hasta ahora, Espinosa fue el único apartado, a pesar de que hay muchos más oficiales involucrados.
No existe ningún papel de todo esto, de que los detuvieron ni de que los liberaron. A mis hijos se los llevaron como un secuestro y los torturaron. El mismo suboficial Cruz me dijo que no podía tomarme la denuncia, pero a Mateo lo dejaron lleno de chichones, hematomas, marcas en toda la cara, el cuello, los brazos, las rodillas y la espalda. Hoy todo está en la nada, ya denuncié y no sé qué va a pasar. Mateo estuvo dos días durmiendo después de esta represión: está demasiado angustiado y con mucho temor de salir a la calle. Necesitamos tranquilidad y contención, mi familia está absolutamente desprotegida. Espero que haya justicia porque la brutalidad ya es moneda corriente; las Fuerzas de Seguridad deben estar para cuidarnos, no para cagarnos a palos. Es fundamental que se haga una investigación y que tengamos los datos de los funcionarios que pasearon a dos menores para golpearlos. Es necesario que actúen la Justicia y el Estado, ¡tienen que frenarlos!
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