Nuestras vidas cada vez están más en jaque, no sólo por la crisis sanitaria, sino también por el abandono que padecemos. En el Barrio Río Paraná, Corrientes, hace 14 años que 400 familias convivimos con uno de los 5000 basurales a cielo abierto que hay en el país. Ya llevamos cuatro años presentando reclamos, pedidos y exigiéndole a la Municipalidad que lo saquen. Sin embargo, la única respuesta es el silencio. Natalia Fernández, vecina del barrio, describe cómo es el día a día entre toda la contaminación y la intoxicación: “Somos las familias más afectadas, ya que vivimos muy cerca. Antes de la cuarentena, los chicos siempre volvían de la escuela llenos de olor a humo por toda la basura que se quemaba”.
Una montaña de restos de cielo raso, ropa, pedazos de frutas y verduras podridas, colchones rotos y desperdicios de obras en construcción, son parte del paisaje común de ese relieve de basura que se volvió el hábitat propicio para las enfermedades y las moscas. El basural está emplazado cerca de la intersección de Igarzabal y Alta Gracia, ocupando el espacio a los costados de una calle ancha de 200 metros. A Natalia le diagnosticaron bronquiolitis y sinusitis después de haber quedado internada en diciembre de 2018: “El humo es tóxico para todos y está justo en la única entrada al barrio; cuando tenemos que pasar por ahí, varios metros antes de llegar a esa esquina, debemos correr porque te ahoga. En diciembre de 2018 quedamos internadas con mi hija por intoxicarnos con monóxido de carbono del basural; cuatro días después de que me dieron el alta, me volvieron a internar por el mismo motivo”.
Hace dos años, el entonces secretario de Ambiente y Desarrollo Sustentable, Julio Bartra, nos dijo que “el basural es por culpa de la gente que tira ahí los residuos». Parece que se olvidó o no vio esos camiones atmosféricos que desfilan de lunes a lunes para desechar toda la basura que contamina uno de los brazos del riacho en el cual muchos vecinos buscan el alimento de su semana. Este año solicitamos una reunión con Javier Rodríguez, el nuevo encargado de esa cartera, pero todavía no hay respuesta para toda la comunidad afectada.
Nadia Lescano vive en el barrio desde hace nueve años y tiene la puerta de su casa justo frente: “La gente sabe que puede venir a tirar sus desperdicios acá y nadie les dirá nada. Es horrible vivir con los malos olores continuamente, te enferma ver esta miseria y el desinterés que tienen los demás”. Necesitamos urgente la limpieza absoluta del basural, porque nuestra salud y el medio ambiente sufren daños que no tienen cura.
Entre tanta mugre,
es difícil no sentirse una basura.