* Por Lidia Rosa González, compañera de Juan Carlos González, asesinado en Tucumán por un ex policía.
A mi compañero, con quien conviví durante 40 años, lo conocían como “Don Cheta” aquí en la localidad de La Tala, Tucumán. Hace una semana, pocos minutos antes de las 10 de la mañana, salió hacia el campo a hacer su trabajo como cuidador de animales y lo único que regresó ese día fue la noticia de que estaba muerto, con tiros en el cuerpo. A mi hijo Luis le dijeron que había un hombre tirado en el campo, en El Cevilar, y al poco tiempo nos enteramos de que lo había asesinado el ex oficial Carlos Flores, pero también sospechamos de que no estaba solo. Estos días supimos que este ex policía ya había amenazado de muerte a Juan en noviembre. No saben, estamos destruidos; imagínese que un ser querido va a trabajar y que después tu hijo te despierte para decirte: “Lo mataron, mamá”.
Hoy tenemos un abogado y acompañamiento de la Unión de Trabajadores de la Tierra, con quienes estamos pidiendo justicia, tanto la familia como sus vecinos, para que el asesinato de Juan Carlos no quede impune, porque nadie del municipio ha venido aquí. Nosotros sabemos que todo esto sucedió porque Flores nos venía quitando tierras, como lo ha hecho con otras familias. Fue agarrando y agarrando, pero quería más, incluso el ex policía alquiló nuestros terrenos a otros. Y Juan siempre le decía: “Ustedes sepan que en esta tierra he nacido, me han criado a mí, aquí siempre ha sido mi casa”. Pero nadie lo escuchaba. Y de la nada, decidió quitarle la vida como a un pájaro. Y no fue una sola bala, fueron tres tiros, en el hombro y en el pecho.
Juan tenía 60 años, era un hombre dócil, trabajador de la UTT. Cuando regresaba, almorzaba y dormía un rato. Toda la vida fue así: con el maíz, zapallos, sandías, cañas y los animales. ¡No saben lo buen padre que era! Una persona que de tanto trabajar padecía de muchas cosas; le operaron la rodilla, sufrió de una hernia de disco en la columna y también perdió la vista de un ojo. Toda nuestra familia trabaja con la tierra, es lo que nos da de comer. Hoy en día, con la cuarentena, no andamos por las calles, sino dentro de los cercos. De hecho, ahí donde ocurrieron los hechos, teníamos una casilla y recuerdo que le llevábamos algo para comer a Don Cheta, o tomábamos mate mientras mirábamos nuestros animales. Somos personas tranquilas, yo siempre preferí trabajar la tierra antes que estar en casa, me gusta sembrar y cultivar, así sobrevivimos. Lo que le ha pasado no tiene nombre y exigimos una pronta justicia. Por eso gritamos por todos lados. La verdad, sinceramente, estamos destrozados.