8 septiembre, 2020
, ACCESO AL AGUA

ESTAMOS HACIENDO AGUA

¿El texto se fue largo o el mundo quedó corto?

No hay, no hay agua para las uñas que fregarán los mingitorios del hospital, ni para enjuagar las mochilas que aguardan respiradores de conectividad, ni para limpiar los pisos de carpeta llenos de hojas, ni para enjuagar la verdura que arderá sobre una fogata de basura, ni para llenar los vasos vacíos de la mala leche, ni para desinfectar las heridas del esfuerzo, ni para darle una ducha al tomate, ¡ni para engañar al almuerzo con la pava del mate! «Pero estamos mandando camiones cisterna», escupe un funcionario de la Ciudad y dice la verdad, pero se olvidó de chequear si las casillas de esas villas tenían tanque. Y no, justito no, de modo que miles de familias transitan diariamente por los angostos pasillos o la zigzagueante curva de contagios, esquivando los soretes que las cloacas les devuelven a los seres humanos, aprovechando que sus pares no las arreglan, ni las rehacen…

Para lavarse las manos,
mejor ni pasen.

Sin agua con gas, ni agua con luz, cuando la cruz roja del hambre comenzó a colapsar, en esta terapia intensiva del verbo merendar, ante una línea de fuego que no se puede apagar, el intrépido contagio de la solidaridad nos permitió sobrevivir a la precariedad, entre roedores que todavía nos susurran al oído y comedores que reciben su mercadería a mes vencido. Sólo así, traccionando políticas públicas, exigiendo un Estado presente y dispuestos a interpelarlo de frente, intubamos hace 5 meses un proceso de autogestión y organización popular que comenzamos a cocinar con las cacerolas del 2001, ya no sólo para resistir o para sobrevivir al desayuno, sino también para abolir esta inmoral desigualdad, sobre la insólita tierra de nadie que no hable con propiedad, porque sin agua se muere la humanidad y porque la ruleta del silencio te vuelve jugador: si es rojo es malo y si es negro, peor. ¿O de verdad van a tener que volver a esperar los eternos acreedores de la deuda interna que seguimos tratando como hemorragia y no como enfermedad?

Guarda que recontagia,
la vieja normalidad.

¡Pero qué linda Buenos Aires, la Reina del Plata! Lluvia de mierda y cancha embarrada, para vender el marketing como se vende gilada: ni la 31, ni Rodrigo Bueno, ni Fraga cuentan hoy con la misma prestataria que los demás barrios porteños. Y estamos esperando, hace 3 semanas, unos «bidones» que prometieron para la «emergencia» en la Villa 21-24, donde un 70% de las viviendas padece riesgo hídrico desde 2011: ahí, la última inundación escaló 40 cm sobre la manzana 18 y el atmosférico bien, gracias. ¡Pero Buenos Aires, la Provincia! Que sólo tiene un pozo para Las Dalias, en Mar del Plata, donde nuestra compañera Yema padece ahora calcificaciones en el hígado. Que tiene un solo tanque sin mantenimiento para todo Cuartel Segundo, en Junín. Que impone un gasto de 800 pesos por mes en agua envasada, para la comunidad platense Altos de San Lorenzo. Que tiene paralizadas las obras del barrio Tongui en Lomas, hace 8 meses. Y que tiene 4062 familias sin conexión formal de agua potable, sólo en La Matanza. ¡Pero Salta, la linda! A las 625 familias que habitan el barrio La Forestal, donde ninguna, pero ninguna casa cuenta con baño interno y se les corta el agua todos todos todos los días, entre las 14 y las 17, incluyendo al comedor que mantiene vivas a 710 personas. ¡Pero Chaco avanza! La comunidad qom de Castelli también se queda sin luz cotidianamente, entre 4 y 15 horas, mientras los vecinos del barrio Matadero toman líquido con renacuajos en bidones de glifosato, porque la prestataria responsabiliza al gobierno provincial y ese gobierno provincial invierte «700 mil pesos en bizcochitos para la Policía». ¡Pero Santa Fe, ahora, la paz y el orden! Frente a los reclamos y las «demoras» del camión cisterna que asiste al barrio La Cariñosa, la empresa provincial de agua (ASSA) asegura que no puede arreglarlo, «porque la conexión no es oficial» y entonces nos propone gestionar los materiales para que reparemos nosotros esa misma conexión informal, que continuará siendo entonces un problema de nadie. ¡Pero Misiones, maravilla natural! Salen chorros blancos de las canillas en Villa Cabello, no transparentes, blancos por el cloro, a punto tal que se junta el agua y se pone «a estacionar»; cataratas que nunca te van a mostrar. ¡Pero Entre Ríos, una tierra diferente! El agua sólo recorre la calle principal del barrio San Martín en Paraná y, desde allí, viaja por mangueras, una cada 6 familias, porque los caños se rompieron hace rato y la «baja de presión» incluye a los medios de comunicación. ¡Pero San Luis, otro País! El 43% del barrio República no tiene ningún tipo de acceso al agua y el 85% no tiene ningún artefacto de almacenamiento. ¡Pero Córdoba, Juan Sabe! Ahora, si sabe, no se explica cómo puede ser que todo El Sauce viva en emergencia hídrica, porque el único pozo está seco y La Comuna del Manzano suelta con suerte una descarga por semana, ¿de verdad, sabía?

«Un vaso de agua no se le niega a nadie»,
dice la hipocresía.

¿O ya les desmintieron el informe del Observatorio Villero sobre los Servicios Básicos en los barrios populares? ¿Les contaron que un 63, 39% de los electrodependientes padecen cortes de luz con frecuencia semanal? ¿Y que sólo un 25.4% cuenta con medidor? ¿Y que un 71,45% de las familias sufre cortes totales del agua o baja de presión? ¿Y que un 30,64% de las viviendas están habitadas por más de una familia? ¿Y que un 30,18% no tiene baño? ¿Y que un 53,03% no tiene cloacas? ¿Y que un 24,9% posee una sola canilla? ¿Y que un 56,35% no posee capacidad de almacenamiento en tanques particulares, ni comunitarios? ¿Y que un 55,74% del agua que toman las comunidades presenta un color turbio? ¿Y que un 17,77% registra olores desagradables? ¿Y que un 22,46% detecta partículas de tierra? ¿Y que un 51,22% de las familias percibe por lo menos una anomalía grave en la provisión que consume diariamente? ¿Se acuerdan hace cuánto esto era urgente? ¿No será muy fuerte seguir culpando a la suerte? ¿O ya se les pasó el dolor de Ramona, gritando con alma y muerte? ¿Alguien piensa que a su familia se le pasó? ¿Alguien cree, de verdad, que aquel problema se resolvió? Al día de hoy, en casi todos los barrios populares, el agua sigue siendo rehén de la luz que se corta una, dos o 33 veces por semana, porque las grandes prestatarias como Edenor y Edesur, al igual que AySA, «no llegan al interior de las villas». Ahora, tratándose de comunidades centenarias, derechos consagrados y requisitos homologados para combatir al Covid, ¿ya nos podemos preguntar por qué mierda deberían miles de personas seguir viviendo así? ¿Hay una barrera genética? ¿Hay un impedimento natural? ¿Hay un mandato divino? No, hay una barrera arquitectónica, que se sube o se baja con una palanca política: las máquinas no entran por las calles de los barrios, porque cambiaron «barrios» por «villas» en el idioma de sus propios canales de confusión, ¡pero todavía seguimos esperando la urbanización! Una injusticia insostenible, que sólo se sostiene blindando la participación popular en todos los debates donde sería ridículo pregonar cualquier culto a la propiedad individual, sin atender primero el piso mínimo vital, ¡inmóvil!

Pues ya no vamos a seguir esperando:
exhortamos al Estado, pero vamos arrancando…

Y no sólo vamos a seguir gritando, vamos a seguir estornudando solidaridad y conectividad, echando luz, dándonos gas y contagiándonos potabilidad, hasta que la negligencia deje de ser tan «natural» como esta violencia ambiental que precede a la pandemia, bajo un modelo que sólo acopió agua para quienes, efectivamente sí, pueden lavarse las manos, que todavía no usaron para construir: sea la normalidad que sea, ¡la vamos a compartir! Porque sí, todavía quedan cínicos y tecnócratas con la cara lo suficientemente revocada como para cuestionar el acceso a la conectividad, pero el agua es un derecho que precede a la posverdad, ¡es la verdad! Un derecho que requiere de obras públicas y de responsables identificables, que no puedan volverse fantasmas difusos entre las convenciones de la sarasa internacional y nuestra rudimentaria vida real. Ni la queja pelada, ni la mera demanda, ni el voluntarismo onegeísta resolvieron, ni resolverán la falta de agua que nos hará desbordar. Pero por algún lugar hay que comenzar, no mañana, no ya mismo, ¡ayer! Así que discutamos cómo vamos a restablecer una infraestructura urbana pública, con caños, conexión formal y prestación igualitaria, pero mientras puteamos por la malaria o proyectamos materializar todo eso que soñamos, ¡dejemos de parlotear y hagamos!

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NUESTRO PLAN DE ACCESO AL AGUA,
DE LOS BARRIOS PARA LOS BARRIOS:
#ContagiáPotabilidad

* Abordaremos 37 de los barrios con las peores problemáticas hídricas, donde diariamente se distribuyen 11.002 raciones de nuestros merenderos y comedores, en las 18 semanas que faltan para completar este año de mierda..

– 2 litros diarios de agua envasada, para el consumo de 55.010 personas ($142.585.920).

– 7 tanques urgentes de 500 litros ($34.300).

– 19 tanques domiciliarios de 1000 litros ($181.507).

– 8 tanques comunitarios de 10.000 litros, como reservorios de los espacios alimentarios ($1.099.200).

– 25 bombas de agua ($187.450).

*** PRESUPUESTO TOTAL: $144.088.377

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Ni genial, ni ideal, ni perfecto. No será un proyecto magnánimo para refundar la Patria, pero tampoco será una bomba de humo para marcar agenda y cruzarnos de brazos, ni un programa de la orga para sí misma: será sólo una evidencia, para gritar que poner un caño no es ninguna ciencia, más que la ciencia política. O su fuerza de voluntad. Porque si 114 asambleas de base podemos levantar el piso que nos han dejado, ¡cómo no podrá el Estado! Vamos a discutir abiertamente con todos los organismos públicos, los gobiernos de cualquier color y las prestatarias de cualquier dimensión, hasta que cumplan con el suministro diario de 150 litros por persona que impone la Organización Mundial de la Salud. Vamos a exigirles la respuesta inmediata cada vez que una red esté alterada. Vamos a reclamar el abastecimiento permanente de sachets a los centros de hidratación. Vamos a certificar los pozos postergados en zonas rurales y las obras pendientes de prestatarias menores, que no por eso han hecho menores negocios. Vamos a impedir que los distintos gobiernos bajo la órbita de Aysa puedan seguir naturalizando que «la prestataria sólo cubre hasta el perímetro de los barrios», como si no existiera la resolución APLA 27 que habilita la intervención en las calles internas. Vamos a desnaturalizar el mapa que dibujan como si cada villa fuera un PH, ¡porque no existe ningún PH para 50 mil personas! Vamos a gritar hasta que cada compatriota tenga un techo, hasta que cada techo tenga su tanque. Y vamos a fiscalizar en persona, cada contrato de concesión, ¡hasta que vuelva Ramona, vestida de urbanización!

Hacerse los boludos no va más. El silencio no va más. Que no se note, no va más. Pues quizás, este proyectito que nació del grito, tan de abajo, tan a fuerza de trabajo, no sanará la problemática de fondo, ni saldará la emergencia de 4500 barrios populares, pero nos permitirá seguir organizándonos como todos estos meses y rechazando esta crueldad tan antiguamente aceptable, ¡para demostrar que la realidad es transformable!

Si vas a contagiar,
¡mejor agua potable!