Foto: Antonio Larrea - Archivo Víctor Jara - Fundación Víctor Jara
* Por Amanda Jara, hija del cantante popular chileno Víctor Jara en el día de su nacimiento.
A mi papá lo perdí cuando apenas tenía nueve años. Siendo completamente sincera, no recuerdo muy bien cómo me enteré sobre lo sucedido. Al principio parecía que estaban hablando de otra persona, no de él; tiempo después comprendí qué le habían hecho en el Estadio de Chile. Ya desde muy pequeña estaba blindada, para mí era impensada la frase «eso no me va a pasar», porque de muy niña empecé a vivir el Golpe de Estado de Pinochet: fui una entre tantas niñas y niños a quienes se nos cortó la infancia y la humanidad con todo lo que pasó después del 73.
A pesar de que era muy chica, conservo muchos recuerdos valiosos, llevo conmigo una sensación de calidez. Víctor era muy afectuoso, bueno para la talla, como buen campesino chileno. Si bien mi padre y mi madre todo el tiempo trabajaban, nunca tuve una sensación de abandono. Entonces, hoy, a mis 56 años, me pregunto, ¡¿cómo lo habrán hecho?! Todo eso me hizo comprender que mi padre no sólo era mi padre, sino que Víctor era de todos, era del pueblo. Y también fue una persona que tuvimos que rescatar de la morgue. Entonces, él pudo tener su reconocimiento, mi mamá lo pudo sacar de ahí y se transformó en una punta de lanza. En un símbolo. En las marchas que se empezaron a hacer en 1983 yo ya estaba gritando en medio de toda la gente: “¡Víctor Jara, presente!”.
Aún después de todos estos años, esas personas que asesinaron a mi padre y a las personas que estaban en el Estadio de Chile, siguen impunes. Sin embargo, vemos que parte de la historia se repite constantemente, porque a finales del año pasado volvimos a sufrir la represión desmedida del Estado chileno, con un nivel de violencia enorme y con los Carabineros disparando directamente a los ojos. Sin mencionar que la respuesta del Gobierno es la represión ante cualquier cosa. Además, esta pandemia le ha servido a la autoridad para mantenernos asustados y guardados en nuestras casas. Claro, sólo pueden hacerlo quienes tienen los cuidados que corresponden.
Aunque el contexto general da pena, algo que nos da mucha energía es ver que en los barrios pobres, en las poblaciones, en las agrupaciones territoriales o estudiantiles, se está logrando una organización muy importante y es una noticia muy buena, porque ahí es donde se puede empezar a generar cambios a favor de la sociedad chilena.