Hoy es el Día Internacional de la Alimentación y nuestro grito es contra el negocio a costa del hambre, que nos mata y nos invisibiliza, porque no es posible sin las manos y los cuerpos que producen, cocinan y sirven la comida. Margarita, de Guaymallén, Mendoza, lo sufrió y hoy puede contarlo porque, como siempre, nos salva la organización popular: «Soy mamá de 4 hijos y dos están desnutridos. Yo hervía fideos, tomábamos té… Pero cambió desde que empecé a trabajar en el merendero poderoso, organizándonos para conseguir los productos más nutritivos, aunque necesitamos que reconozcan el trabajo que hacemos a diario».
Rosalía de @trabajadoresdelatierra cree que la Ley de Soberanía Alimentaria es algo muy cercano a la vida de todas y todos: «Cuando estamos comiendo tenemos que preguntarnos de dónde viene eso que comemos, cómo vivimos quienes producimos esos alimentos, si tenemos acceso a la tierra y derechos a la vivienda». Además, Rosalía sabe que la agroecología es un escape complementario a tanto desastre nutricional: «Es una crueldad que un pobre, por serlo, esté condenado a comer con agroquímicos, ¿cuál es la salida? El acceso de la tierra para las y los campesinos».
Desde el Barrio Bartoletti, Jujuy, Cintia cuenta que el objetivo de nuestro comedor es «variar el menú para que sea más nutritivo. Buscamos la forma de sumar más verduras y frutas. Me preocupa saber que hay gente que duerme con la panza vacía”. En la asamblea de Villa Parque Norte, Catamarca, Johana Judith también conoce familias que comen una sola vez al día: «Hay mucha demanda para llenar los platos, de nosotras dependen muchas bocas. Armamos huertas al ver que hay niños y adolescentes desnutridos».
Johana asegura que las consecuencias de la crisis económica son bien claras: “Hay muchas familias numerosas, de muy escasos recursos, que tienen que salir a buscar su comida a la calle. Nosotros cocinamos para ellas, pero no deja de ser muy triste la realidad que atravesamos».
Con organización y resistencia,
así nos alimentamos.
