En el Día Internacional de las Personas de Edad, no queríamos dejar de homenajear a quienes dieron su vida laburando precariamente, fuera y dentro de casa; a esos ojitos donde nos vemos reflejados, a esas canas donde leemos mil historias. Ellas y ellos, que aún siembran con las manos arrugadas, que nos nutren de su sabiduría territorial y de resistencia; columnas vertebrales de nuestros pasillos más roídos y artesanos de nuestras villas. Una ancianidad que hoy mira sobre los barbijos, aguardando detrás de los portones la viandita caliente, hasta que todo pase y pueda seguir enseñándonos del mundo y sus luchas. A todas esas viejitas y viejitos, va un eterno reconocimiento porque bien sabemos que la tercera edad se hace más difícil si vivís hacinado, sin agua potable, sin luz, sin cloacas, sin laburo ni una jubilación suficiente para los remedios y sin la necesaria contención estatal tras décadas enteras de levantar el país. En cada foto, nuestra vida, nuestro barrio, nuestra raíz.
