Acá, en el Barrio Rodrigo Bueno, empezamos con una impresora donada allá por junio de 2018, y levantamos nuestra cooperativa de fotocopiado Paulo Freire. Un espacio de jóvenes desde el barrio, para el barrio. Durante los dos años siguientes afrontamos un montón de desafíos y realizamos capacitaciones para seguir sumando compañeros. Apostamos a fomentar una economía autogestiva, a precio popular, y con una función social innegociable en el barrio donde vivimos. En aislamiento y entendiendo a la educación como un derecho, entregamos impresiones gratuitas para las y los estudiantes del barrio. Elegimos una manera de generar trabajo y que los precios no nos den lo mismo, siempre levantando la bandera del cooperativismo.
Ashly Loayza, de 17 años, siente que estando en la cooperativa ayuda al barrio por todo el trabajo que se hace y todas las horas que pasan en el espacio: “Este es mi primer trabajo, y sé que si tengo un problema lo tratamos de solucionar entre todos los compañeros”. En un barrio donde, según datos de nuestro Observatorio Villero, una de cada cuatro familias no tenemos acceso a Internet y el 80 % que sí tenemos es a través de un celular», lo que hace que sea una conexión más lenta y más cara. Sólo el 33% de las familias usamos alguna computadora. Acá, la cooperativa se convirtió en un actor social importante en la dinámica del barrio: inscripciones a becas escolares, turnos para trámites diversos, fotocopias, calendarios, currículum, gestiones de permisos para trabajadores esenciales, para quienes no se les garantiza que puedan llegar a su trabajo o para asistir a familiares en necesidad, fueron y son tareas diarias.
Jordi Limas, de 27 años, participa en la asamblea hace más de 3 años, daba boxeo a las nenas y nenes del barrio, todos los sábados a la mañana: “Cuando inició la coope en el barrio no había ninguna fotocopiadora, y la verdad que empezó a resolver un montón de problemas. El barrio está muy lejos de todo, y te tenías que ir a buscar algún lugar para cualquier tipo de trámite o de impresión que tenías que hacer”. La cooperativa fue cambiando la dinámica en el barrio, y empezó a desarrollar servicios básicos a precios populares: “Además, es nuestro espacio en el barrio donde vivimos, eso es algo increíble”.
Antes de la pandemia y de los nodos de conectividad del barrio era habitual también acompañar a algún estudiante con una tarea que necesitara, como buscar información o redactar algún trabajo práctico. Gian Luca tiene 17 años es referente de la cooperativa y solía hacer changas con su papá, la mayoría de las veces en construcción, un trabajo muy pesado teniendo 15 o 16 años. “Todos los compañeros somos pibes jóvenes, yo creo que además de ser un espacio laboral, también es un espacio de contención. Si yo no conseguía laburo tal vez me quedaba buscar dinero por otro lado, realmente es muy difícil a nuestra edad que se nos den estas oportunidades”, contó.
Además de ser un espacio laboral, también es un espacio comunitario donde nos acompañamos, nos contenemos y crecemos: “Siendo referente siento una responsabilidad re grande, tengo que estar en todo y poder acompañar al espacio desde un lado más compañero. Si veo que un compa está mal, apoyarlo, darle ánimos. Tratamos de meterle día a día para que la cooperativa siga creciendo”, añadió Gian. Y Kevin, de 18 años, sabe que la transformación está en el sentido de la comunidad, por eso abraza a cada vecina y vecino con cada cosa en que la pueda acompañar, dentro y fuera de su horario laboral: “Cualquier problemática que tengamos en la coope, la tratamos de saldar lo antes posible, y si no, hacemos una de urgencia. Tenemos como objetivo poder empezar a vender por fuera del barrio, poder sumar más compañeros y seguir creciendo.»
Todas las voces, todas, unidas desde la juventud. Con el cooperativismo y la organización comunitaria como bandera. Historias, trabajo, compañerismo y enmancipación.
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