Y entonces, ¿cómo seguimos? Hace una semana la desidia nos volvió a matar a otro pibe. ¿Cómo secamos las lágrimas de todo el barrio Campo Pappa de Godoy Cruz? ¿Cuánto cuestan las obras inconclusas? Esta vez, una vida. La vida de Kevin, que estaba jugando con sus amigos Víctor y Matías, en el Dique Maure. A la tarde se largó a llover y se desató un temporal que arrasó con todo lo que encontró a su paso y nos cagó la vida: se inundaron las calles y las casas, como sucede en cada tormenta, pero también arrastró a Kevin Castro Ahumada de 14 años. Cecilia Ahumada, su mamá, estaba en su casa cuando fue sorprendida por Víctor, que logró salvarse y salió a pedir ayuda; las tareas de búsqueda tuvieron que ser realizadas por la propia familia: “Mi sobrina llamó a la Policía para pedir ayuda y le dijeron que buscáramos y que si no lo ubicábamos, volviéramos a llamar. Mientras que ella estaba hablando, mi otro hijo lo encontró. Desde el otro lado del teléfono escucharon los gritos y le pasaron con un médico que le dio indicaciones para reanimarlo. En el noticiero dijeron que fueron ellos quienes lo encontraron y es mentira, fuimos nosotros, incluso su padre tuvo que sacarlo del lugar en el que había caído porque la Policía quería dejarlo ahí hasta que llegara la ambulancia”.
Y entonces, ¿por qué gritamos? Porque nos ignoran, porque nos mienten, porque «hace años venimos pidiendo que nos arreglen las calles; nos dicen que sí y no lo hacen. El día que falleció mi hijo, estaban tapando un agujero, pero cuando se fueron seguía habiendo un hueco enorme». Es desesperante vivir con la certeza de que podés perder todo con una lluvia, incluso a lo que más querés: «En este momento ya nadie me puede dar lo que necesito: Kevin no está y no va a volver más. Era un chico que vivía contento, con muchos proyectos, siempre jugando con amigos, estaba para todos. Y ahora no está. Si hubieran entubado esa bajada para que el agua no se llevara todo con una subida tan fuerte, si se hubiese hecho hace años como se suponía que debía ser, hoy las cosas serían distintas».
Otra vez lloramos a una víctima del abandono estatal, nuevamente velamos a un pibe de 14 años como si fuera normal, insistentemente denunciamos a los gritos que para nuestros barrios es una amenaza cualquier obra que no está terminada.
Y entonces, ¿qué pasa?
No pasa nada.