Hace ocho años la Justicia misionera se ensañó con María Ramona Ovando: primero la juzgó injustamente por un crimen que no cometió, por el cual pasó casi un año y medio presa. Ahora, luego de que ella iniciara una denuncia civil por daños y perjuicios, la vuelven a arrinconar y la condenaron a 20 años de prisión por “no haber impedido” el abuso sexual de una de sus hijas y de su nieta. Da la sensación de que no tienen en cuenta su historia, porque Ana María Castillo, su hija, contradice toda la versión de la Justicia: “Ella es una excelente madre, una gran persona que no le hizo mal a nadie. Sufrió bastante en la vida, trabajó en un yerbal y aún así siempre estuvo para nosotras cuando más la necesitamos”.
Parir desde los 14 en situaciones de plena violencia no resulta una condena suficiente en la provincia de Misiones. Hoy, como cuenta Ana, toda la familia espera a María en su casa para verla cruzar la puerta y abrazar a sus nietos: “Acá estamos muy bajoneados y la gurisada pregunta todos los días por la abuela. Esperábamos un fallo diferente porque sabemos muy bien que no es verdad lo que dicen”. Roxana Rivas, abogada de María, pidió la excarcelación, que le fue negada por el Tribunal Oral Penal N°1 de Eldorado y apelará la sentencia por ser considerada absolutamente arbitraria, ilegal y escandalosa: “Esto no es vida; mi mamá no se merece esto que le están haciendo. Ella está sufriendo un montón y en realidad no hizo nada de todo lo que se dice. Incluso, el día del último juicio un fiscal le dijo: ‘Vos estás completamente sola’ y que ‘no tiene familia, ni padre, ni madre, ni hijos’”. José Luis Fuentes, otro de sus abogados, aclaró que a María la mantienen detenida hasta que haya una sentencia firme porque «hay peligro de fuga», a pesar de que no hay ningún elemento concreto que dé cuenta que eso puede suceder.
No es la primera vez que la Justicia misionera demuestra el machismo que carga porque en 2008 metió presa, sin prueba alguna, a Cristina Vázquez por un crimen que no cometió. Luego de 11 años, la Corte Suprema la absolvió, pero en agosto de este año la encontraron muerta en su casa. Esto es un precedente, una historia del patriarcado en las instituciones y es el mismo grito de la familia de María Ovando, que hace malabares para llegar a fin de mes y espera su regreso. “Acá el colectivo feminista siempre le dio fuerza y la apoyó. Estuvieron acompañándola todo el tiempo. Ahora lo único que pedimos es que nos ayuden a sacarla de ahí, porque necesita estar con su familia”, demanda Ana, con la ilusión de hacerse escuchar. Hoy María no está sola, ni nunca lo estará, somos un montón luchando por su libertad.